El bosque, el tesoro gallego

A CORUÑA CIUDAD

Martina Miser

18 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

A mis alumnos, antes en la Universidade de A Coruña, y ahora en Cesuga, siempre les he dicho que, en cierto modo, somos como surfistas ¿Elegimos el mar? No ¿Alteramos la ola? No ¿Qué hacemos? Observamos el horizonte, visualizamos la ola y pensamos cómo cabalgarla. Así de difícil y así de sencillo. Observar, visualizar, y después elegir cómo cabalgar. Y a partir de aquí, cada uno con su experiencia y conocimiento.

El presidente Sánchez, este martes, ha afirmado que España se encamina a la mayor reconversión de los últimos cuarenta años. Obviamente, en su discurso, existe un punto teatral. A lo mejor olvida que en 1980 utilizábamos máquinas de escribir, teléfonos fijos y los correos iban por carta. Es decir, desde 1980 hasta finales del siglo XX vivimos la tercera revolución industrial, la de las tecnologías de la información. En 1989, en la USC, para hacer búsquedas bibliográficas por Internet, había que pedir cita y justificarla. Cuarenta años son muchos años. Hay que vender. Pero, sacada la pátina de teatralidad de Sánchez, lo cierto es que nos esperan cambios muy importantes. Estamos en uno de esos momentos en los que hay que coger aire, sentarse en la arena y observar, y volver a observar, visualizar la ola, que está lejos, pero que se mueve muy rápido, y lanzarse a por ella. Porque si no lo hacemos, romperá en nuestras cabezas. No lo duden.

Cada ola es una oportunidad, y una inmensa está a punto de llegar a cada rincón de Galicia: la lucha contra las emisiones de carbono. Aunque aquí hemos de hablar tanto de reducción como de captación. Lo primero va a ser, en gran medida, una lucha individual dentro de un nuevo marco regulatorio, cada empresa consigo misma. Pero la captación, el secuestro del carbono, será una acción social colegiada, en consecuencia, requerirá de decisiones administrativas, que auguro, conociendo al vicepresidente Conde y al conselleiro de Medio Rural, José González, serán de calado y ambiciosas. Y estas han de llevarnos a los grandes secuestradores del mundo, las masas forestales.

Tres datos. Primero: los grandes captadores de carbono son los bosques. Ellos amortiguan nuestros desastres medioambientales. Segundo: los productos de madera compensan menos del 1 % de las emisiones mundiales de carbono, pero en Galicia esta ratio puede llegar al 30 %. Tercero: la ONU solo permite que los países cuenten el carbono almacenado en los productos de madera creados a partir de cosechas nacionales. Por tanto, nosotros, y no otros, tenemos dos cosas, bosques e industria forestal, captación y almacenaje. Y estos han de escribir su futuro en letras mayúsculas ¿A dónde quiero llegar? En primer lugar, a que las masas forestales, cuando son capaces de secuestrar grandes cantidades de carbono, han de discriminarse positivamente. Es decir, si cobramos impuestos por emitir carbono, hemos de pagar por almacenarlo ¿Sorprende? Portugal ya está en ello. Y algo más, si vendemos madera hemos de intentar no exportarla en bruto, sino reubicarla en Galicia, a través de la creación de nuevos productos y demandantes. Pienso, por ejemplo, en madera laminada cruzada o en industrializar la construcción mezclando madera con materiales tradicionales, como el hormigón. Y pienso en madera de Galicia. No hay otra. Esto no va de comprar un bosque en el Amazonas y usar su captación para nivelar nuestras emisiones. Esta película tiene un actor principal y se llama bosque de Galicia. Y por cierto, aquí el eucalipto ha de ser secundario y no por nada, meras exigencias del guion.