David Rodríguez, relojero en A Coruña: «Me orienté a hacer de cazatesoros»

Mila Méndez Otero
Mila Méndez A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

En la era digital y de las actualizaciones continuas de sistema operativo, es un especialista en engranajes mecánicos y forma parte del equipo al que han encomendado rescatar el reloj de María Pita

17 mar 2021 . Actualizado a las 17:43 h.

Confiesa un vicio, «me gustan mucho los relojes». David Rodríguez (A Rúa, 1985) suele vestir en su muñeca uno de su abuelo, un Rolex de los 60, modelo Date. El gusto por arreglar manecillas le viene de él. El relojero que atiende tras el mostrador del taller ubicado a escasos metros de María Pita es la tercera generación de una familia de artesanos en el manejo del tiempo. El nombre de su establecimiento, Nemesio, sonó mucho estos días por la plaza coruñesa. Junto a tres compañeros de gremio, tiene la encomienda de que el reloj centenario del palacio municipal vuelva a dar la hora después de un año de silencio: «Es un encargo importante, no por su tamaño, sino por lo simbólico que es para la ciudad».

Cuando la cultura del usar y tirar se impuso entre su generación, él se aferró a las raíces. De Valdeorras, se fue a estudiar a Barcelona, donde está el Instituto Mare de Déu de la Mercè, el único en España que ofrece el título oficial. «Los mejores relojeros del país salieron de ahí», precisa. Desde hace dos años, tiene su propio negocio en A Coruña. «La relojería monumental y la de pulsera comparten la base, pero son muy distintas. Yo soy más un relojero de taller. Me gustan mucho los cronómetros antiguos, los relojes tipo Rolex y los de manufactura, como los Jaeger-LeCoultre. También los Omega Speedmaster», detalla.

Los engrases y limpiezas son el encargo más habitual. «¡Y cambiar pilas!». La gente a la que le gusta reparar estos complementos que de pequeño veía envueltos por un halo de «magia», «creo que tienen una sensibilidad especial», dice.

Hay relojes para todos los gustos y bolsillos. «Viene mucho coleccionista. Estoy especializado en relojes de alta gama y, con otros compañeros, nos dedicamos a viajar por Europa. Vamos mucho a Francia, Suiza, Holanda o Alemania buscando antigüedades. Las compramos, restauramos y vendemos. Me he orientado a ser cazatesoros, como se ve mucho en los programas de la tele. Alguien que gasta cinco euros en un reloj no va a repararlo, pero si tiene uno de 3.000 o 10.000 euros, por supuesto que sí». Aquí también hay afición. «El Rolex más barato cuesta de media 5.000 o 6.000 euros. Si lo vendes, con los años se revaloriza», cuenta. A partir de 1.000 euros, continúa, «hay ya buenos relojes de primera mano. No quiero decir que por debajo sean malos. Hablo aquí desde el purismo, de un reloj mecánico, automático o de cuerda, con una cierta calidad de fabricación. Con un mantenimiento, pueden durar 100 años».

Sobre si el Apple Watch acabará con su gremio, valora: «Son cosas diferentes. No me estoy formando en él porque creo que es un tema más para informáticos. No sé si Apple me facilitaría una placa base si se estropea. Son muy sofisticados como herramienta de trabajo, pero me parecen una angustia. Demasiada información, demasiada conexión». Hoy, también se lo ponen difícil a los pequeños las grandes marcas, «pasa como con los coches, tienen sus concesionarios». Después, «hay gente a la que le gusta no llevar hora, y también lo respeto», sonríe. Por último, otra costumbre: «Cuando entra un cliente, intento adivinar el reloj que más le pega». Pura deformación profesional.