Pilar Iglesias: «Un año después, los sanitarios están muy quemados y nadie les aplaude»

Loreto Silvoso
loreto silvoso A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Pilar Iglesias, psicóloga coordinadora del servicio de apoyo emocional del Hospital Quirón de A Coruña
Pilar Iglesias, psicóloga coordinadora del servicio de apoyo emocional del Hospital Quirón de A Coruña Ángel Manso

El Quirón ha creado un servicio de apoyo al personal y a los pacientes con gran desgaste emocional

14 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Un año entero en emergencia y con tantos abrazos perdidos es difícil de gestionar a nivel emocional. No para la psicóloga Pilar Iglesias (A Coruña, 1960). Ella sabe qué botón apretar para hacer frente al desgaste pandémico.

-Tendrá la consulta saturada.

-Por eso hemos puesto en marcha este apoyo al personal y a los pacientes en el Quirón.

-¿Qué palabra describe mejor este momento?

-De-ses-pe-ran-za [lo recalca].

-Una incertidumbre sin fin.

-Es que antes pensábamos que la pandemia tenía un final, pero esa idea ya la hemos perdido.

-¿En qué punto estamos ahora?

-Ha aumentado la ansiedad, porque no vemos la salida.

-¿Será que ya sabemos cómo se las gasta el bicho?

-Y porque, mientras, los políticos no se ponen de acuerdo en las medidas que nos van a sacar de esta situación.

-¿Cuál es la factura psicológica de toda esta locura?

-La gente está muy cansada y desgastada. Y el sanitario ha tenido todo el tiempo la sensación de no llegar.

-¿Se sienten culpables? ¡¡Pero si son unos héroes!!

-Pues es lo que yo percibo. Les da la sensación de que no son todo lo eficaces que les gustaría.

-Encima, sin el aplauso de las 8.

-Sí. Todo aquel movimiento de apoyo a los sanitarios suponía un refuerzo. Con los meses, ese reconocimiento se fue perdiendo.

-Menudo panorama.

-Sí, han pasado de ser considerados unos héroes al «no me atiendes rápido». Del reconocimiento, al rechazo. Y eso ha mermado su autoestima.

-¡Con el agotamiento que deben acumular después de un año!

-Sí. Un año después, los sanitarios están agotados y ya nadie les aplaude. A ellos este año se les ha hecho larguísimo.

-¿Quién lo sufre más?

-Siempre pensamos en los ucistas, pero hay otros trabajadores que están en contacto directo con los pacientes y sufren las consecuencias: los de limpieza, los fisioterapeutas, los de cocina...

-Todos envueltos en unos equipos de protección incomodísimos.

-A mí me han dicho: «Pilar, como siga teniendo que ponerme el EPI me puedo morir».

-¿No era así al principio?

-No estábamos tan cansados y todo el mundo era muy colaborador y solidario. Nos apoyábamos unos en los otros y había mucha empatía.

-Pero no han dejado a los pacientes sentirse tan solos.

-Es más, el personal del hospital ha tenido que servir de apoyo para toda esa soledad y esa tristeza de los pacientes del hospital que están ingresados solos.

-¿Y todo por el covid?

-Sí, pero no solo. Hay madres primerizas que han tenido que dar a luz solas y adaptarse a la maternidad aisladas. Sin todo el ritual de la llegada de un bebé.

-Felicidad convertida en tristeza.

-Y nosotros no podemos ni tocarlas. Es algo muy frustrante. La soledad del paciente te genera una impotencia...

-Sin familia cerca ni abrazos.

-Produce una sensación de aislamiento terrible.

-¿Eso les llevó a crear la unidad?

-Sí, porque todo ese apoyo emocional recayó de pronto en el personal. Esa fatiga pandémica que tenemos en la población a nivel general, la tenemos también a nivel hospitalario. Empezamos a notar que el ambiente estaba más crispado y solitario.

-¿Qué receta se le da a alguien que ya no puede más?

-Ojalá tuviera una fórmula mágica. Lo primero que les digo es que tienen que descansar.

-Que el cuidador se cuide.

-Sí, que hagan deporte, paseen, conversen sobre temas que no sean el covid y que mantengan los lazos afectivos.

-¿Volver a las videollamadas?

-Exacto. Al principio, lo hacíamos todos y después lo fuimos dejando como de lado.

El año más intenso de nuestras vidas: Ya no hay aplausos por la ventana ni tantas videollamadas con los amigos, pero seguimos en emergencia y, encima, con fatiga pandémica.

Éramos felices y no lo sabíamos: Pilar Iglesias percibe que ahora estamos más crispados. La receta es mantener los hábitos saludables y los afectos.

«Un paciente pasó semanas buscando a su abuela. Estaba en un tanatorio de Córdoba»

«Hemos normalizado la tristeza», afirma la psicóloga Pilar Iglesias, responsable de la unidad de apoyo emocional del Quirón.

-Imposible vivir ajenos a la realidad de la pandemia.

-Nosotros estos meses hemos vivido situaciones horribles. Recuerdo el caso de una persona de la limpieza a la que se le murió delante un paciente, así de repente.

-Nadie está preparado para eso.

-Los que estuvieron en primera línea lo han pasado fatal. Y eso era todos los días y a todas horas.

-¿Qué momento se le ha quedado grabado?

-Fue al principio de todo, con una señora que estuvo un mes y medio en la uci. Cuando salió, su padre había fallecido y no se lo podíamos decir todavía, porque ella estaba muy débil.

-Desolador.

-Se enteró de manera casual y no me olvidaré nunca de aquello.

-Qué duro todo.

-Tengo un paciente que pasó dos semanas buscando a su abuela, que vivía en Madrid. Estaba en un tanatorio en Córdoba.

-Oiga, ¿qué le pasa al estrés cuando dura más de un año?

-Que se convierte en ansiedad y en angustia.

-Es que no vemos la salida.

-¡Quién nos iba a decir que a estas alturas íbamos a estar aún así!

-¿Cuál es el problema?

-Esa falta de libertad es lo que nos está minando. Y encima, parece que la culpa de la pandemia la tiene el ciudadano porque sale a la calle.

-Además, las pandillas se polarizaron. Está el híper responsable, el negacionista...

-Y salieron a la luz los conspiranoides. Todo eso no ayuda.

-Son los daños colaterales.

-Lo que al principio nos pareció incluso como una experiencia novedosa, se ha convertido en una cárcel.