La cola de la Cocina Económica

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

CESAR QUIAN

Allí, en pleno centro de la ciudad, acuden muchas veces, con la miraba baja y el corazón derrotado, personas que buscan algo esencial: comida

05 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

A veces piensas que la vida ha sido injusta contigo, que no te mereces la mala suerte que tienes y que eres el ser más desgraciado de un mundo en donde a todo el mundo le va bien. Resulta sencillo, por lo general, darse cuenta de que en realidad te encuentras ensimismado, mirándote el obligo y obviando lo que es estar mal de verdad. Hay dos lugares en A Coruña donde lo notas con toda su crudeza y precisión. Uno son los juzgados de la calle Monforte. Abriendo la puerta de cualquiera de las salas de Penal y escuchando lo que allí se habla resulta fácil ver cómo las personas pierden el control de su vida y se echan a perder para (casi) siempre. Otro sitio en donde se reciben esos zarpazos de realidad es en las urgencias del Chuac, donde el nerviosismo, la desesperación y las situaciones límite (muchas veces en la más patética soledad) se sientan al lado de lo que son simples dolencias con solución.

Leyendo la crónica de Mila Méndez publicada el miércoles, recordé otro de esos lugares que te ponen frente a un espejo: la Cocina Económica. Allí, en pleno centro de la ciudad, acuden muchas veces, con la miraba baja y el corazón derrotado, personas que buscan algo esencial: comida. Gente que, en muchos casos, tuvo un tropiezo, continuado de otro, y que ya no pudo remontar. Pablo -47 años, dos niños, antiguo camarero que llevó un bar y ahora no tiene nada- acude a esa cola. Los amigos le dicen: «Me contaron que te vieron en la Cocina Económica». Son los nuevos usuarios, empujados por la crisis del covid-19, a ese último recurso que ha tenido que casi doblar los menús diarios necesarios. Él confiesa que al principio le afectaba mucho, aunque ahora lo ve como un bache. Del que va a salir. Ojalá que así sea.