El cura de la matricida de A Coruña: «Era una niña herida por la vida que siempre cuidó con mimo a su madre»

Alberto Mahía A CORUÑA

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Alberto Mahía

El sacerdote que vio nacer y crecer a la acusada de matar a su madre declaró que esta se intentó suicidar varias veces

12 ene 2021 . Actualizado a las 19:53 h.

María José Seoane Fachal mató a su madre asfixiándola con un cojín y unas horas después fue al cajero para retirar la pensión de la víctima. Mientras huía con el dinero, una comisión judicial entraba en el domicilio que compartían, en el número 15 de la calle Perú, en A Coruña, para proceder al desahucio, encontrándose el cuerpo de la mujer sin vida y una carta escrita por la homicida en la que se autoinculpaba de los hechos. Pedía perdón y anunciaba que se iba a suicidar. No lo hizo. A las dos semanas se entregó en la comisaría de Málaga.

En resumen, así fue el crimen de San Roque, cometido el 25 de marzo del 2019 y que conmocionó a una ciudad que no alcanzaba a comprender que una hija que cuidó con mimo toda la vida a su madre le diese muerte la víspera de que las desahuciasen. Pero hoy se saben cosas que antes se ignoraban. Durante la segunda sesión del juicio que se celebra en la Audiencia Provincial de A Coruña salieron a relucir aspectos de la infancia y de la adolescencia de la acusada, así como de la convivencia de ambas. «Muy buena», según los vecinos.

Quien mejor las conocía era el sacerdote que vio nacer a la procesada y mantenía una estrecha relación con toda la familia. En una declaración muy emotiva que terminó entre lágrimas —las del religioso y las de María José Seoane—, el hombre relató la vida de «una niña herida» desde su nacimiento. «Era una familia con muchos problemas», recordó. Su madre se fue de casa varias veces. Sabía, si bien precisó que nunca fue testigo de ello, que su padre maltrataba a la víctima, lo que llevó a la fallecida a abandonar el domicilio familiar debido «al carácter fuerte» de su marido. Contó que la mujer «intentó suicidarse en varias ocasiones y pedía que la dejaran morir». Hasta que hace unos 20 años, madre e hija se fueron para no volver.

Aquello era muy duro para la acusada, que si en casa sufría cuando sus padres estaban casados, en el colegio e instituto también. El sacerdote destacó que era una adolescente que «siempre estaba sola», aislada de sus compañeros. «Algunos llegaron a decirme que se compadecían de ella». Era una niña, insistió el religioso, «herida por la vida» y que eso «le puso haber causado algún tipo de limitación» desde el punto de vista psiquiátrico.

También sabía que la complicidad de madre e hija era absoluta. Siempre juntas. Siempre cuidándose la una a la otra. Por eso no se pudo creer que María José «cometiese tales hechos». Dijo que le «sorprendió muchísimo», pues «siempre se apoyaron la una en la otra».

Habló también de los aspectos menos honrosos. Como el carácter «despilfarrador» de acusada y víctima. Recibieron varias herencias y todas las «dilapidaron» de forma fugaz en viajes, buenos hoteles y marisco. Mientras el dinero duraba, todo iba bien, pero luego llegaban los problemas, «llegando a acabar en una casa de acogida».

En la sesión de este martes declararon también los policías que investigaron el caso. Explicaron que horas antes de que llegara la comisión judicial para proceder al desahucio, la acusada, supuestamente, miró hasta en cinco ocasiones la aplicación bancaria en el móvil para comprobar si habían ingresado la pensión de la víctima. Dos minutos después de que apareciera en el saldo la cantidad de 1.010 euros, María José, según los agentes, acudió a un cajero cercano. Eran las 5 de la madrugada. Sacó el dinero y abandonó la ciudad.

También declararon que en la casa, «muy desordenada y sucia», había varias cajas vacías de pastillas. Según dijo la acusada el lunes, los medicamentos los había ingerido su madre para suicidarse.