Columnistas de café

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

M.MORALEJO

La hostelería siempre ha dado cobijo a escritores, estudiantes y otras gentes de dudosa reputación

17 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Me acuerdo estos días de mi amigo Miguel-Anxo Murado, que tiene por costumbre escribir sus artículos a mano, sentado en una cafetería de Madrid, y de tantos columnistas de café que en ciudades como A Coruña andarán desnortados con el cierre perimetral y los locales clausurados por la pandemia.

La hostelería siempre ha dado cobijo a escritores, estudiantes y otras gentes de dudosa reputación porque, al contrario de lo que se piensa, el murmullo constante y uniforme que se genera en estos establecimientos, lejos de distraer, puedo incluso ayudar a concentrarse. Para distinguir el alboroto múltiple y llevadero de un café y el estruendo insoportable de una tele en un tercero izquierda lo mejor es echar mano de la frase de Omar Sharif en La noche de los generales, cuando alguien le pregunta a qué viene investigar un par de muertes anónimas en medio del horror de la Segunda Guerra Mundial y Sharif replica:

-Digamos que lo que es admirable a gran escala no lo es tanto a pequeña escala.

Creo que fue Ruano quien confeccionó un minucioso balance del coste de escribir un artículo sobre el mármol de un cafetín madrileño. Después de descontar los cortados, el coñac, la propina, las cuartillas y la invitación al amigo que le soplaba una idea, había días en que la columna salía a deber.

Sacar al articulista del ecosistema cerrado del café y trasplantarlo a otro hábitat menos enrarecido para que le dé un poco el aire tiene el riesgo de descafeinar al columnista y enrarecer las calles. Si ven por el paseo marítimo a un tipo pálido, con una libreta en la mano y pinta de zombi, lo mejor es que le tiren un tema para que se ponga a escribir y no moleste demasiado.