Teresa del Moral: «Mis hijos ya pasaron por cinco colegios y tienen 7,8 y 9 años»

A CORUÑA CIUDAD

Teresa del Moral
Teresa del Moral Ángel Manso

Después de vivir en Abu Dabi, Ginebra, Santa Lucía y Trinidad y Tobago, siguiendo los destinos de su marido, de profesión diplomático, esta coruñesa de 47 años pasará este invierno en su ciudad

15 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Pasa sin cesar fotos en su móvil. Hay miles. Aparecen tortugas gigantes, camellos, tiburones, buitres y gentes de diferentes países y culturas. Me muestra con gran interés unas preciosas imágenes del carnaval de Trinidad y Tobago «Se pasan todo el año pensando en esta fiesta y hasta se endeudan para poder celebrarla a lo grande», comenta Teresa del Moral Torres. Desde el 2017 vivió en el Caribe, un año en Santa Lucía, un pequeño país de menos habitantes que A Coruña, y dos en el citado Trinidad. «Los últimos tres años los pasé a 30 grados. De estar tanto tiempo en chanclas, cuando llegué a A Coruña y me quise poner calzado de invierno no me entraba. Me creció un número el pie», destaca esta coruñesa de pura cepa que hacía 17 años que no se asentaba en su ciudad natal. Su marido es diplomático y ella dejó su trabajo para acompañarlo en sus diferentes destinos. Cuatro años en Abu Dabi y tres en Ginebra antes de irse al Caribe. «Mis hijos ya pasaron por cinco colegios y tienen 7, 8 y 9 años», destaca. 

Caimanes e iguanas

Ahora los niños van al cole en A Coruña y el único animal que pueden ver es un jabalí. «Ellos se adaptan fenomenal. Allí veían caimanes e iguanas. En Santa Lucía, por ejemplo, la profesora iba descalza a clase. Eran los únicos blancos y no les caemos muy bien. Pero con el paso del tiempo hice muchas amistades de color y me encantó el contraste cultural», recuerda. Tiene 47 años y disfruta de su primer año coruñés sabiendo que no es para siempre. «Si pudiese elegir, nunca escogería un destino de Europa. Por ejemplo, Suiza es bonito para ir de vacaciones, pero no para vivir. Es el único sitio donde no conservo grupo de amigos». Dice que le mandó a sus amigas de Trinidad y Tobago un vídeo del Gadis con todas las estanterías llenas. «Es que allí todo es distinto. Si se acaban los tomates, por ejemplo, no los reponen en semanas. Para comprar pescado hay que ir a los vendedores del puerto (me enseña fotos) y puede ser peligroso. Con buena actitud te adaptas a todos lados, pero yo tengo claro que si no hay una tienda de Inditex estás en el tercer mundo», asegura sonriente. Durante estos años subió fotos a Instagram de su estancia en casas impresionantes. «Vives como en una burbuja y no puedes salir de casa a caminar sin más. En Trinidad no puedes ir sola a la playa», analiza. El próximo destino de su marido es Caracas, pero la familia se quedará aquí porque las escuelas están cerradas en Venezuela. 

Sanidad y comida

Lo tiene muy claro. «En España no se valora lo que tenemos. La sanidad es brutal. Ni en Suiza es tan buena como la nuestra. Lo que más echas de menos es la familia, la sanidad y la comida. En Santa Lucía fui a un centro de salud con una vacuna para mis hijos y como no la conocían, no se la pusieron. Tuve que pincharle yo siguiendo un tutorial de YouTube», recuerda Teresa, que acumula tantas fotos como anécdotas. «A los niños les llama la atención ir andando a los sitios, ir a ver a mi madre, que tiene 85 años y está feliz con ellos aquí. En algunos países se va en coche a todos lados por seguridad», confiesa. Dice que Abu Dabi es un mundo de película en el que «todo es lo más», e insiste que lo mejor de los lugares en los que tuvo que vivir «son las amistades que haces y que son para toda la vida, y muy variopintas. En algunos sitios te relacionas con expatriados como tú, y en otros casos con gente de allí», analiza. Me muestra fotos de un niño a lomos de un caballo por la playa, de un montón de crías de tortuga en un cubo para protegerlas de los buitres... «Me encantaría hacer una exposición con todo este material», apunta Teresa, que, por culpa de la pandemia, tardó dos meses en conseguir vuelo para regresar a casa. Pronto su marido se incorporará al consulado de España en Caracas. Cuando acabe el curso, el resto de la familia igual tiene que volver a otra casa en un lugar lejano. «Vivir en el tercer mundo es saber que tu vida no vale nada allí y que primero te matan y después te roban, porque es más fácil robar a un muerto. Sabiendo esto y sin bajar la guardia..., a disfrutar de la vida», sentencia.