La ciudad de los bares cerrados

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

César Quian

Todos los trabajadores lo estamos pasando mal, pero la paliza física, psicológica y económica que está recibiendo la hostelería en esta ciudad por culpa del coronavirus y todas sus consecuencias es para mirarla detenidamente

13 nov 2020 . Actualizado a las 10:54 h.

Después de aguantar que se les señalase como propagadores del virus. Después de tenerse que comportar como polis de guardería con esa parte infantil de la clientela. Después de que les metan una restricción drástica de aforo y movilidad a las doce para empezar a aplicar a las tres, con las neveras llenas y las reservas cancelándose. Después de que les hayan obligado a bailar con la incertidumbre durante meses. Van y ahora les obligan a cerrar, mandar al personal a casa y ponerse a temblar.

Todos los trabajadores lo estamos pasando mal. Algunos, los sanitarios por supuesto, peor aún. Pero la paliza física, psicológica y económica que está recibiendo la hostelería en esta ciudad por culpa del coronavirus y todas sus consecuencias es para mirarla detenidamente. Minusvalorizada socialmente en un país acomplejado que -vaya- no quiere ser «de camareros», la hostelería tiene aquí una importancia capital. Para el ocio y el esparcimiento, claro que sí. Para la economía y el empleo, por supuesto que también. Pero especialmente para que A Coruña sea lo que es y no deje nunca de serlo.

Pasear estos días por la Estrella, por Torreiro, por la Barrera y por los Olmos supone contemplar, sobrecogido, el ensayo general del funeral de un sector que es más, mucho más, que una mera transacción comercial entre alguien que desea tomar un café y otro que se lo sirve. Hay una forma de vida ahí que, si desapareciera, cambiaría por completo esta A Coruña nuestra hacia algo tétrico. Porque yo tengo mi bar. Tú tienes tu bar. Y él y ella también tienen el suyo. Somos así y no queremos dejar de serlo. Por eso os mandamos todos un abrazo a los que tendríais que estar tras la barra, esperando la vuelta. Y que os traten mejor.