Velas confinadas para Izan en el día de su cuarto cumpleaños

Ana Gerpe Varela
A. Gerpe RIBEIRA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

CARMELA QUEIJEIRO

El armador del cerco de Portosín Eduardo Carreño y su familia, que llevan 13 días encerrados, aguardan los resultados de las últimas PCR para retomar su actividad

05 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Con una tarta casera, y sin más compañía que la de su hermano Yerai y sus progenitores, celebró ayer Izan Carreño su cuarto cumpleaños. Fue una fiesta confinada, pero el encierro que mantiene con su familia desde el pasado 23 de octubre fue incapaz de arrebatarle la ilusión. Ya desde la jornada anterior, por teléfono, la joven voz de Izan anunciaba emocionada que los cuatro años estaban a punto de caer.

Trece días han transcurrido desde que Eduardo Carreño, armador del cerco de Portosín, recibió al llegar a casa la noticia de que un contacto estrecho con el que había estado una semana antes había dado positivo en la PCR. Los resultados se habían conocido ese día y, sin dudarlo, Carreño y su mujer, Chus Otero, tomaron la decisión de autoconfinarse y solicitar la realización de los test. Ninguno mostraba síntomas, pero la precaución tuvo más peso.

Afirma Carreño que «lo hicimos por responsabilidad. Con esta enfermedad es necesario extremar las precauciones». Su empresa flotante, el cerquero Ardorán, lleva amarrada al puerto de A Coruña desde el 23, porque también los 11 tripulantes se sometieron a las pruebas. Solo uno de ellos dio positivo, pero todos han tenido que guardar cuarentena.

Los niños, libres

También Eduardo Carreño y su mujer arrojaron un resultado favorable en la PCR, mientras que el de sus hijos fue negativo. El armador señaló lo complejo que es el coronavirus: «Mi hermano Ismael dio negativo, y duerme conmigo en el barco».

En su piso de Portosín, aguardando los resultados de las nuevas PCR que les acaban de hacer, confían en haberse liberado del virus para regresar a la actividad.

Eduardo Carreño manifiesta que él no ha tenido ningún síntoma y que su mujer sintió dolores musculares al principio. Comenta que la persona cercana que cree que pudo haberle contagiado el virus «decidió solicitar la prueba al detectar unos síntomas de fiebre. En otra época seguramente ni hubiera ido al médico, pero ahora hay que tener cuidado. Le hicieron la PCR el 22 y la jornada siguiente le indicaron que estaba afectado».

En casa, Carreño precisa que han procurado mantener la distancia todo lo que es posible teniendo dos hijos: «Izan es el que más atención requiere. Además, hay que ayudarle a realizar los trabajos escolares. Yerai tiene 12 años y pasa la mayor parte del tiempo en su habitación. De todas formas, intentamos guardar las distancias».

Mantener el alejamiento se convierte en una tarea complicada si, además de lo costosa que resulta una cuarentena, el hijo más pequeño está a punto de cumplir años. Nervioso estaba Izan ante un acontecimiento tan importante que, desde luego, no se celebró como hubiera deseado.

Sin embargo, todos pusieron de su parte para que resultara una jornada especial y, por la tarde, tuvo la oportunidad de disfrutar de un pastel elaborado en casa y tampoco le faltaron los obsequios que, señaló Eduardo Carreño, su madre se encargó de comprar por Internet.

Precisamente, también haciendo uso de los medios digitales pudieron llenar la despensa durante estas jornadas: «Dejan el pedido en el pasillo y nosotros salimos a buscarlo».

Carreño confía en que las PCR de la tripulación de su barco también resulten favorables para que el Ardorán pueda salir de nuevo a faenar.