Un pastor evangélico y su esposa, que fueron desahuciados, viven en un furgón

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

EDUARDO PEREZ

«Nadie nos quiere alquilar un piso por ser gitanos», lamentan

06 ago 2020 . Actualizado a las 09:13 h.

José Álvarez Borja (A Coruña, 1942) es pastor evangélico en el templo de Os Castros. Dice que pasó la vida sacando a decenas de jóvenes de la droga y de la mala vida. «Hoy me consideran como su segundo padre», presume. Hasta hace 10 días vivía junto a su esposa, Antonia Jiménez Borja, en un piso de los Mallos hasta que los desahuciaron. No pudieron pagar el piso porque la pandemia cerró los mercadillos y no tuvieron ni un céntimo de ingresos. Cuando salieron de la casa les bastó cargar con un colchón y unas mantas. Esa fue toda la mudanza. Lo metieron en un furgón, lo aparcaron en la explanada donde se celebra el mercadillo de A Sardiñeira, junto al pabellón deportivo, y ahí siguen. Esperando a que alguien del Ayuntamiento acuda en su ayuda.

El calor que ahí dentro pasan es insoportable. Cinco minutos sobran para que una bolsa de hielo a la sombra se vuelva agua. No tienen a dónde ir. «Nuestros hijos tienen casas pequeñas y no pueden acogernos, pero nos vienen a visitar todos los días para colaborar en lo que pueden», explica José Álvarez.

«Estamos dispuestos a pagar una parte, pero que nos ayuden con el resto de gastos hasta que vuelva la normalidad y podamos seguir trabajando en el mercadillo»

Quieren dejar una cosa muy clara, que ellos no quieren un piso gratis. «Estamos dispuestos a pagar una parte, pero que nos ayuden con el resto de gastos hasta que vuelva la normalidad y podamos seguir trabajando en el mercadillo», cuenta Antonia Jiménez, de 63 años. Aunque su esposo está enfermo, con varios achaques, todavía tiene fuerzas para «echarme una mano», cuenta la mujer.

 No les quieren alquilar

Dicen que desde que les notificaron que iban a ser desahuciados recorrieron «miles de agencias inmobiliarias» para buscar «una casita donde poder vivir», pero «al ver que éramos gitanos, nos lo negaban. Ni siquiera nos llegaron a enseñar uno». Por eso están convencidos de que las únicas personas que nos pueden ayudar son las funcionarias de Servicios Sociais del Ayuntamiento. «Seguro que tienen un pisito para un matrimonio mayor. Queremos que vengan por aquí, que vean cómo lo estamos pasando y nos presten algún tipo de subvención».

José Álvarez no cobra nada por ser pastor evangélico. Nunca lo hizo en los 30 años que lleva. Dice que «solo dan la voluntad, pero somos gente apenas sin recursos». Así que entre lo poco que reciben por ahí y nada que reciben por la venta, se encuentran «en una situación desesperante».

Tienen miedo de que cuando llegue el invierno no les hayan ofrecido una solución desde el Ayuntamiento. Además, «está ahí el covid. Y vivir en la calle, metidos en una furgoneta a nuestra edad, puede resultar peligroso».