Un profesor de pintura desahuciado por la pandemia

Manuel de la Chica A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

Este vallecano de 70 años se aloja en Padre Rubinos mientras intenta rehacer su vida pintando en la calle

07 ago 2020 . Actualizado a las 08:25 h.

Quienes pasan por allí solo ven un hombre que pinta bien y, aunque se define a sí mismo como pintor, con 70 años José ya ha hecho de todo. «Estuve años dando clases de pintura en un centro cívico de Vallecas, participé en restauraciones de algún que otro parador, del Palacio de Anglona en Madrid, trabajé para Patrimonio, en ebanistería...», enumera.

Desde pequeño, José, que prefiere no dar su apellido, se ha dedicado a la pintura. Él quería estudiar Bellas Artes, pero su padre le dijo que un hombre no puede vivir de lo que pinta y, con 16 años, empezó a trabajar en un taller de obra. Aprovechaba los huecos libres para pintar, «hasta que un día vino mi jefe y me preguntó si unas pinturas que había en el taller eran mías —recuerda—. Yo me asusté mucho porque pensé que me iba a despedir. Para mi sorpresa, me dijo que le gustaban mucho y que tenía que seguir pintando». Así que su entonces jefe le propuso un acuerdo: él le pagaba los estudios de Bellas Artes y, a cambio, José se comprometía a pintar todo lo que necesitaran en el taller.

Después de una vida dedicada a la pintura, todo eso se acabó hace dos meses. Con la pandemia se acabaron las clases, se acabó el dinero, José perdió su casa, no tenía dónde alojarse en Madrid y lo único que le quedaba era un coche, su material de pintura y algo de ropa. Así que lo reunió todo y se vino al norte. José decidió que haría el Camino de Santiago. «Andaba unos kilómetros, volvía, avanzaba con el coche, pintaba alguna escena o paisaje, dormía y, al día siguiente, volvía a andar», relata.

—¿Y no le paró la Policía?

—No. Pero si me hubiesen dicho que no podía estar en la calle, ¿qué? ¡Ya me gustaría a mí tener una casa!

Desde cero

Ya en Santiago, José pensó que lo mejor que podía hacer era «intentar empezar de cero» en A Coruña. Para José, vivir en la calle no ha sido sencillo. Sin embargo, cree que «todo el mundo debería pasar por algo así para empezar a valorar lo que tenemos, las cosas pequeñas».

Al contrario de lo que se suele decir, José asegura que la calle le ha «enseñado a confiar más en el género humano» y a fijarse «en la gente que lo pasa mal». «Me doy cuenta enseguida», dice. José, que ahora se aloja en Padre Rubinos, cuenta que un par de noches le dejó las llaves de su coche a un desconocido para que tuviese donde dormir. «Ahí estaban todas mis pinturas y mis cosas, y no pasó nada», desliza.

Desde principios de esta semana, José coge sus pinturas por la mañana y baja a la explanada de las Esclavas en Riazor para seguir trabajando. Mientras pinta, expone alguna de sus obras para que los viandantes puedan verlas y, si quieren, comprarlas. Entre sus obras hay escenas del Camino de Santiago, bodegones, atardeceres en el mar, paisajes de los parques de Madrid y retratos. Las hace con técnicas y materiales muy diversos: acuarelas, óleos, relieves, tinta china, café, sal... «Yo creo que vivir en la calle me ha hecho ser más creativo», asegura.

Ahora José confía en tener una segunda oportunidad con sus pinturas. «Cuando lo pierdes todo —dice—, no puedes rendirte. Yo solo quiero tener una vida tranquila. Así que seguiré pintando. A ver si con esto puedo ganarme un dinero y alquilar una habitación donde vivir».