«Antes el camarero hacía cuatro viajes, ahora solo uno»

María Vidal Míguez
MARÍA VIDAL REDACCIÓN / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

ANGEL MANSO

30 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El aperitivo sienta como nunca en la terraza del Ágora, en la calle del Orzán. No es que ahora Manu le ponga más mimo que antes, es que hasta ahora este local abría más bien en horario tarde-noche, y desde que han retomado la actividad se han vuelto madrugadores. Una buena opción para poder disfrutar de esta terraza, que estos primeros días ha estado muy concurrida. Los que se han sentado a disfrutar del solecito se han encontrado el nuevo código que rige en el local. Sí, porque aquí si quieren ver al camarero, lo primero que hay que hacer es escanear el código QR, que verán pegado a la mesa. Una vez pasado el lector, la carta se desplegará en cada dispositivo. Pero esto no es todo. Piensen todo lo que quieren y cómo lo quieren, porque tienen que escribirlo todo en su móvil. «No hay problema si alguien quiere hacer alguna aclaración, como café clarito o refresco sin o con hielos, porque además del menú, hay una opción que permite escribir comentarios, como si deseas algún producto que no está en la carta», explica el propietario del local, Manu López.

La idea surgió para que los clientes no sea vean obligados a manosear las cartas físicas, pero también para reducir las visitas del camarero. Si antes iba a ver qué tomaban, a llevarlo, a dejar la cuenta y a llevar el cambio, como mínimo, ahora estos cuatro viajes se han quedado en uno. «De una sola vez -dice Manu- ya llevas las consumiciones, pero también la vuelta en caso que hayan decidido pagar en efectivo, porque previamente ya han indicado qué cantidad van a entregar o el datáfono en caso de que prefieran hacerlo con tarjeta».

El nuevo sistema no solo supone una mayor seguridad para clientes y empleados, sino que es muchísimo más rápido que el tradicional. Nada más realizarse los pedidos, se reciben en el monitor de dentro, y se van sacando respetando el orden de llegada, y también los caprichos de los clientes. «Al principio no pusimos pincho, pero la gente nos los reclamó, y acabamos poniéndolo cumpliendo con todas las medidas de seguridad», explica Manu, que se muestra muy contento de cómo está reaccionando la gente a los cambios. «Yo creo que se sienten más seguros fuera que dentro, porque a mí me pasa lo mismo cuando voy a tomar algo», apunta.