Los propios labañourenses se encargan de que las cosas queden claras sin necesidad de dobles sentidos ni indirectas
14 may 2020 . Actualizado a las 13:48 h.Ha sido salir un poquito a la calle y darnos cuenta de que la gente está especialmente susceptible. Se nota que los policías de balcón han seguido armados en el disparo porque a nada que alguien reacciona de un modo que al otro no le gusta, saltan chispas. El primer día de peluquería, mientras todas hacíamos guardia en la cola con nuestras mascarillas, nuestros guantes y nuestra bolsita para guardar el abrigo, salió un tipo de dentro (es unisex) y le llamó la atención a una señora por estar colocada en el medio y medio de la puerta. Vamos, que ni la distancia de seguridad ni los guantes ni la mascarilla le valían a ese hombre en esa situación. Necesitaba imponer su norma y que los demás nos ajustásemos al adoquín preciso que él pretendía para cada uno de la cola. Hay personas que han salido del confinamiento muy alteradas, que discuten por si el de al lado cumple o no cumple, por si va por el carril adecuado, por si lleva la mascarilla o no la lleva. Y no digo yo que no haya que ser buen ciudadano y cumplir con todo lo que nos manda Fernando Simón, pero no estamos nosotros para echarnos en cara nuestro malestar y menos para increparnos después de todo lo que hemos pasado. En lugar de amonestarnos y andar con la vaina del «y tú más», deberíamos pasar a la fase de la reconciliación o si no, hacer como algunos vecinos de Labañou, que han elegido vivir toda la vida sin ley y les va mejor.
El barrio en el que habito no es ninguna pradera, por eso todo lo que suene a código, norma o regla, funciona de otro modo. Te conocen, sabes quién eres y como me decía el otro día Miguel, el de la Farmacia, aquí te sientes seguro. Él lo comentaba en tono de broma, porque cuando lo atracaron hace más de siete años, enseguida los chavales del barrio acudieron a su rescate para saber de dónde era «el pavo» que se había atrevido a asaltar la farmacia. «¡Cómo se atreve! ¡Dinos de qué zona era, Miguel!», lo protegían. Esa manera de quitarse las castañas del fuego ha ido cuajando en una zona libre de gentuza, porque ya los propios labañourenses se encargan de que las cosas queden claras sin necesidad de dobles sentidos ni indirectas. Para que se hagan una idea les relato el papel que está pegado en el bar de abajo, firmado con la institucionalidad de «Comunicado»: «Quiero informar al chorizo que ha querido entrar a robar la pasada madrugada que desista. Por qué? Porque la máquina tragaperras está totalmente vacía, no hay ni un céntimo en el local y lo único que te podrás llevar son tres botellas... No vale la pena... Y menos siendo cliente. Putosinvergüenza. Dicho esto, nos vemos en cuanto finalice el covid-19».
Yo no sé lo que opinarán los expertos en comunicación, pero viendo lo que nos ha pasado en este desfase de fases, en este lío numérico, apostaría por el mensaje transparente de mi barrio. Aquí nos entendemos rápido. Es directo y te deja K. O.