Tres gigantes sometidos en Riazor

A CORUÑA CIUDAD

El corredor de Rentería superó en el criterium coruñés a Bahamontes, Gaul y Suárez, ganadores de las tres grandes rondas por etapas

20 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Esta es una historia de 1959. De cuando en Riazor no solo había fútbol. De cuando el estadio coruñés aún tenía pistas de atletismo. De ceniza, porque al tartán le quedaba casi una década para popularizarse durante los Juegos de México. En el municipal herculino, que ha sido escenario de final de etapa en la Vuelta ciclista a España en tres ocasiones, también había ciclismo. Y hubo una vez que llegaron los mejores. Al menos los mejores de 1959. Federico Martín Bahamontes, ganador del Tour, Charly Gaul, triunfador del Giro de Italia, y Antonio Suárez, campeón de la Vuelta, se citaron en agosto de aquel año para un critérium en A Coruña. En aquella prueba, en la que también compitió el corredor coruñés Luis Ponte, no ganó ningún favorito. Se la llevó Luis Otaño.

Han pasado más de sesenta años. Ni Gaul, ni Suárez siguen con vida y Otaño, a sus 86 años, protege la suya confinado en su Rentería natal. «Estoy bien, yo ando paseando por casa. No me aburro. Tengo cosas que hacer. No me entero mucho de lo que pasa fuera. Es mejor no escuchar», dice al otro lado del teléfono. Para huir de la política, se entretiene viendo, por ejemplo, la redifusión de la París-Roubaix del año pasado. «Lo que no me gusta es que cojan los bidones del coche, que vayan agarrados. Eso no me gusta. En nuestros tiempos si queríamos agua nos teníamos que bajar a los bares y fuentes donde había. En el Tour los franceses nos trataban como tercermundistas. Aquí se hacía lo mismo con los portugueses», dice riéndose mientras expone su única queja hacia el ciclismo actual.

Sin querer comparar, recuerda las diferencias. Lo precario en aquellas carreteras de mediados del siglo XX. «Nosotros teníamos dos coches para todo el equipo. Una vez en el Tour, tuve una caída y me reventé el tubular. Lo tuve que arreglar yo mismo. Al final fue Robic, que había tenido otra avería, el que me dio su tubular», explica Otaño. Robic, ciclista francés y ganador de le grande boucle en el 47, también estuvo en aquella cita ciclista coruñesa. «Ahora hay más coches que corredores», continúa tras coger carrerilla.

Luis no le da importancia a haberle ganado aquella partida en Riazor a aquel trío de ases campeones del Tour, la Vuelta y el Giro. «Esas eran carreras de pueblo. Entiéndeme. Hoy ganas tú, mañana gana otro. Era bastante circo. Lo siguen siendo», reflexiona.

Carcajada sincera

Luis Otaño escupe verdades. La dictadura de lo políticamente correcto le pilló mayor. Quita mérito a su victoria gallega. Y se entiende si se mira su trayectoria. Otaño levantó los brazos en Le Bourg d’Oisans tras más de 200 kilómetros en el Tour del 66. Vuelve a reírse ante la pregunta de las similitudes con la actual ronda gala. Esta vez se ríe mucho. «Nuestros tiempos eran difíciles. En todo. No teníamos ni material y algunos no se creían cuando contaba que con el equipo nacional de España solo nos daban el maillot. Del resto no había nada. Los tubulares eran nuestros, propios. Eran años muy difíciles. Y encima no se ganaba dinero», dice, antes de reír de nuevo.

Luis compartió equipo con los más grandes de su tiempo. Bahamontes, Luis Ocaña. «¿Que quién era mejor? ¿Quién era mejor, Coppi o Merckx? Eso no se puede saber», explica. No se calla, pero tampoco responde por responder. Recuerda también que compatió equipo en el Fagor junto a los hermanos gallegos Emilio (campeón de la Vuelta) y Manolo Rodríguez. También con el ourensano Raúl Rey en el Ferrys. «Eran buena gente. Todos los ciclistas lo somos», aventura.