El cristal es el aliado perfecto de un buen vino, una cerveza, un cóctel o un combinado. Aquí te mostramos cuál es el formato que debes utilizar en cada ocasión para sacarle el máximo provecho a lo que te vas a llevar a la boca. A grandes rasgos y de la mano de sumilleres de referencia ya puedes abrir tu mueble bar o tu vinoteca sin miedo a equivocarte. Esta es tu guía práctica

SUSANA ACOSTA

La copa influye. Tanto que una bebida puede saber distinta en función del recipiente en el que se sirva. «El mismo vino de una copa a otra cambia. Para mí tiene muchísima importancia. Yo sufro cuando voy por ahí y un vino que te cobran 4,50 euros te lo sirven en una copa que no es la adecuada. En cambio, si te lo ponen en la copa correcta, ahí sí que es meritorio que te cobren por ese vino ese precio porque es mucha la diferencia», explica Manuel Otero, sumiller de Bido en A Coruña.

Pero, ¿sabemos realmente cuál es la copa adecuada para cada bebida? Las narices expertas nos aclaran estas dudas, aunque primero debemos saber que los principales aspectos que se deben valorar en una copa son el tipo de cristal, la forma y el tamaño: «Una buena copa debería ser de cristal fino, liso y transparente, que nos permita apreciar bien el aspecto visual del vino, con un pie (base) lo suficientemente amplio para que le aporte estabilidad; un tallo que nos deje sostener la copa con comodidad. Es importante agarrar la copa por ese tallo para no influir en la temperatura del vino; y un balón amplio para extraer lo mejor posible los aromas», explica Xurxo Rivas, de la taberna O Secreto en A Coruña y que fue elegido el año pasado por los premios Magnum como el mejor sumiller de Galicia. Es, precisamente, la forma del balón «la que ejerce una influencia determinante en los aromas y el gusto que presente el vino» y «habitualmente, las copas van disminuyendo su diámetro en la parte superior, se va cerrando este balón, en su boca, para no dejar escapar los aromas. Es, en esta forma del balón y en la boca, donde vamos a encontrar más diferencias entre los modelos».

PINOT NOIR y BURDEOS

Las dos, imprescindibles

Los expertos saben perfectamente cuál es la copa perfecta para cada variedad, pero en nuestras casas podemos tener una guía práctica para sacarle el mayor rendimiento a nuestros caldos. «Deberíamos tener dos copas en casa. Una para esos vinos que son reservas, que tienen un poco de edad, a los que les tienes que buscar matices. Y otra para vinos más de diario, que no nos preocupamos si tienen más complejidad o no», explica Manuel Otero. En los primeros, donde incluye una gran variedad de vinos gallegos y también reservas y caldos complejos, explica que la copa idónea es la que se conoce como pinot noir: «Es una copa que no es uniforme, tiene un poquito de barriga. Como las antiguas de coñac, que parece que tienen un poquito de balón, no tanto, pero de ese estilo». Este formato «te ayuda a percibir todo el tiempo esos sabores y esos contrastes». El otro modelo, es la copa burdeos, «que hace un poco de ancho abajo y luego viene subiendo pero no es estrecha». Con ella, puedes disfrutar un rioja o ribera del Duero: «Si quieres que te vaya expresando lentamente esa es la mejor». Además, es el tipo de copa que recomienda Otero para aquellos que no son muy expertos, pero que les gusta disfrutar del vino en una buena copa.

«Una buena copa de vino debería ser de cristal fino, liso y transparente»

Aunque advierte que la burdeos no se debe utilizar para caldos muy complejos porque «lo que hace es que automáticamente te satura y no estás percibiendo la separación de la fruta, si tiene barrica o no, si tiene lías... ». En cambio, la pinot noir sí lo permite e incluso deja «al vino expresarse más»: «Hay gente que es capaz de percibir en este tipo de copa hasta la tierra y el clima de ese vino», añade Otero.

Espumosos

Que no se vaya el gas

¿Y los espumosos? ¿Es correcta la copa que normalmente se utiliza? Parece ser que sí, aunque Otero recomienda que no sea tan estrecha, sino un poco más ancha de lo normal: «No la flauta alargada que parece que te molesta en la nariz cuando bebes. Sería la prima de la burdeos entre comillas. Que tiene un poco de volumen abajo, pero que termina con un poco más de flauta arriba». ¿Y por qué recomienda esta copa? «Primero porque no te va a molestar cuando la acercas a la nariz y no se te va el gas. Porque lo importante para los espumosos es que te aguante el gas. No como antes que ibas a un evento y lo primero que te ponían eran esas copas bajitas y de boca muy ancha. Eso no tiene sentido».

Los cócteles

Tragos cortos

Porque, precisamente, ese tipo de copa a la que se refiere Otero, es muy similar a la cupé, que es una de las más utilizadas en la coctelería: «La copa fetiche siempre ha sido la copa Martini. Suele ser para un tipo de trago determinado que son bebidas potentes y sin hielo. Creo que es la copa que más se utiliza», explica Alberto Gómez, bartender de Bido, el restaurante del chef Xoán Crujeiras en A Coruña, que también indica que la cupé, «que es similar a una pompadour de espumoso», se utiliza mucho también en la coctelería: «Sobre todo para los cócteles más fuertes. Esta copa te permite dar tragos cortitos sin hielo. Es para dar un par de sorbos, más que para estar mucho tiempo con ella». Gómez aclara que al igual que sucede con los vinos, que cada uno pertenece a una variedad, «cada cóctel tiene su familia y según esa familia se necesitaría un tipo de copa u otra».

Además, en este caso la presentación es muy importante y el cristal también juega a favor de obra: «Te ayudan a vestir el cóctel. Si trabajamos con copas mucho más decoradas, talladas y bonitas tenemos que decorarlo menos. Y luego está el tema de la capacidad. A mayor graduación alcohólica que tenga el cóctel o más potente que sea su sabor, necesitamos reducir un poco más su capacidad de volumen. Para que no sea un cóctel demasiado pesado. Por ejemplo, un dry martini o un pisco sour se pone en una copa cupé».

Los combinados

Grandes vasos

¿Y los combinados? Es todo lo contrario. Permiten que se utilicen copas que se denominan de long drink (trago largo): «La copa de balón suele ser para tragos largos. La graduación alcohólica más que para alcoholizar es para transportar aromas. Si una destilería pone una graduación muy alta, no es para emborrachar más, sino simplemente para que tenga un cuerpo distinto y un registro de sabores completamente diferente. Por ejemplo, la ginebra tiene en general entre 37,5 y 40 grados. Luego le vas a añadir 120 mililitros de tónica, al final ese registro te va a bajar mucho. Y por eso se utiliza la copa de balón. Te permte un trago largo». Lo mismo sucede con los combinados de ron. En estos casos, puedes abrir el abanico y «usar un vaso de sidra o de tubo más ancho, puedes trabajar con un tipo de formato de vaso más grande», aclara el bartender.

La cerveza

Ni en jarras ni en copa de vino

¿Y las cervezas? ¿Son las jarras lo ideal? Todo parece indicar que no. Pero tampoco las copas de vino. Manuel Otero recomienda beber la cerveza en una copa «con muy poco tallo y después tipo tubo alargada, pero con algo más de abertura que un vaso de tubo. Sin nada de anchura durante el recorrido». Este tipo de formato con poca abertura permite «que lo primero que te llegue a la nariz sea el alcohol y que puedas percibir todos los gustos: la pulpa, ese cítrico que suelta, y la graduación alcohólica».

Otero no es partidario de beber la cerveza en copa ancha, porque «satura, no percibes nada. Es como cuando la gente te pide el vino tan frío. Entra de golpe, pero tú no estás percibiendo nada. En el caso de la cerveza es igual con la copa ancha. Automáticamente no estás disfrutando de ese alcohol, esa pulpa, ese cítrico, no lo estás sintiendo porque te entra todo de golpe, en la nariz y la boca», explica el sumiller.