Tirado el puente, toca hacer el parque del Agra

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

ANGEL MANSO

Quizá ahora sea el momento de ponerse en serio con el tema y dar a ese barrio tan castigado por el urbanismo irracional y descontrolado una zona de esparcimiento

28 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Y quince años después, se hizo la luz. El puente del cruce entre la ronda de Nelle y la avenida de Fisterra ya es historia. Los pisos primeros y segundos de esa intersección ya no soportarán las vistas al hormigón. Dejarán también de ver los cristales negros por el efecto de los tubos de escape. Se trata de un cambio radical que muchos aún no se terminan de creer del todo. Como quien retira una escayola tras varios meses de convalecencia, el cuerpo aún responde torpemente a su libertad. Estos días por allí está ocurriendo lo mismo, pero con una gran diferencia. No se trata de meses, sino años. Y el final, tras un suceder de promesas incumplidas, parecía no llegar nunca.

Una precisión. Me comenta una vecina que ni puente, ni viaducto, ni nada. En el terreno se llama «el paso elevado». De niños, lo denominábamos scalextric. Cogíamos aire cuando pasábamos con el bus del cole por ahí, imaginándonos que iba a saltar como el coche fantástico o algo así. Más adelante, ya adolescentes y en plena explosión de la heroína y la delincuencia en la ciudad, lo evitábamos para que no nos dieran el palo. El sitio -tétrico, sombrío y lúgubre- reunía todos los elementos para que te pillase el quinqui de turno y, tras esa frase mítica que generaba temor instantáneo («oye, que te estoy pidiendo de bien»), te dejase si un duro en el bolsillo. Luego, cuando se puso de moda la palabra feísmo, entendimos que aquel adefesio debería ser la imagen que acompañase al término en el diccionario.

Debió ser por ahí cuando se planteó desde María Pita acabar con la mole, asumiéndolo ya como una vergüenza coruñesa que no admitía defensa alguna. Corría el año 2005 y se anunció como algo factible. Pero no fue así. Sucesivas declaraciones de intenciones quedaron en papel mojado y llegó un momento en el que ya se hablaba de una mano de pintura y unas luces como pírrica solución. Por eso ahora, 42 años de su inauguración y 15 después de las primeros compromisos de derribo, cuando el bicho ha desaparecido, surge todavía la incredulidad. Tarde, muy tarde, demasiado tarde, pero ha llegado. Sí, es verdad. Ahí está. O más bien, no está ahí. Ya. Por fin.

Esa revelación puede que haya agitado los anhelos de otros vecinos cercanos, los del Agra del Orzán. Ayer algunos de ellos recordaban en este periódico los 40 años que llevan pidiendo un parque a la desesperada. Un grito silenciado por la desidia, los incumplimientos y esas reivindicaciones intermitentes que forman parte del folklore herculino. Quizá ahora sea el momento de ponerse en serio con el tema y dar a ese barrio tan castigado por el urbanismo irracional y descontrolado una zona de esparcimiento. Si se pudo con el puente -¡glups !, paso elevado-, se podrá con el parque. ¿O no?