Pleamar, luna llena y mar de fondo, la tormenta perfecta que se llevó por delante coches en el dique de abrigo

E. Silveira / A. Chouciño / B. F. A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

En San Amaro las olas rebasaron el aparcamiento y en Riazor rompieron bancos e invadieron el paseo marítimo. La pleamar de este jueves arrastra de nuevo arena de la duna a la acera. Las imágenes más impactantes se registraron junto a la torre de control, donde las olas saltaron por encima del espigón y dañaron coches allí estacionados.

13 feb 2020 . Actualizado a las 09:27 h.

El mar volvió a llegar hasta la acera del paseo marítimo, a la altura del hotel Riazor. Con la pleamar de las 7.06 horas del jueves, las olas desplazaron de nuevo arena de la duna sin que llegase, como ocurrió este miércoles, a la carretera. En esta ocasión, la incidencia no obligó a cortar el tráfico y sobre las 8.00 horas regresaban los operarios de limpieza para limpiar la zona.

El dique de abrigo, protagonista por el oleaje

El dique de abrigo fue este miércoles lugar de peregrinación para la multitud de coruñeses que, tras ver un impactante vídeo que se hizo viral de olas saltando el espigón el martes por la tarde, quisieron ver cómo había quedado la zona. «Bueno... pues no fue para tanto con todo lo que hubo», comentaba un transeúnte. Otros señalaban con curiosidad los restos atrapados entre las vallas del Seat Ibiza que las olas dejaron al borde del precipicio. «Mira, mira. Aquí es por donde saltaban las olas y el coche estaba ahí», hablaban dos jubilados.

Los trabajadores de Capitanía Marítima y de la Torre de Control del Tráfico Marítimo confirman que es habitual que las olas salten la escollera y acaben arrastrando todo lo que encuentran a su paso. «Con marea alta esto suele pasar. De hecho, nosotros no solemos aparcar aquí, pero el resto de las personas no es consciente de lo que ocurre y deja el coche cuando viene al hospital Abente y Lago o a pasear por la zona», indicaba una empleada. En todo caso, la ventaja que tiene el personal de las oficinas del servicio marítimo es que suelen conocer y estar advertidos de antemano de la llegada de temporales. 

Sin viento, pero mar de fondo

Juan Sotomayor, inspector de buques de Capitanía Marítima, comenta que las circunstancias del martes por la tarde fueron un tanto especiales ya que se dio una combinación de pleamar, luna llena y mar de fondo con suroeste. «No es necesario que haya viento para que las olas salten el dique. De hecho, el martes por la tarde no había viento», explica. «Muchas veces simplemente depende del mar de fondo y de la dirección que coja la ola. No hay una zona del dique que esté más expuesta a que ocurra esto, pero es verdad que el tramo comprendido entre un poco antes del club náutico y el aparcamiento posterior, es donde se producen más saltos de olas». Este técnico compara el comportamiento del mar en este punto con un tsunami: «En altamar este oleaje no se hace notar tanto, pero a medida que la ola va acercándose a la costa y va descendiendo la profundidad también va subiendo la ola, y hay puntos en los que entra con más fuerza pero no tiene que ver la altura de la escollera», indica.

Empleados de Capitanía Marítima confirman que pasear o deambular por la zona del dique de abrigo cuando hay fuerte oleaje no solo es peligroso por el envite de las olas, que arrastran todo a su paso, sino también porque llevan piedras y otros objetos contundentes. De hecho, este miércoles por la mañana estaban esparcidas por varios puntos del aparcamiento piedras de la escollera y cantos del fondo marino. «Una ola de grandes dimensiones puede llegar a abollar un vehículo. De hecho, eso ya ha pasado aquí, porque la ola lleva un gran volumen de agua que pesa mucho», explican trabajadores del servicio marítimo. También indican que la mayoría aparcan sus coches en la zona de estacionamiento situada antes de entrar en el dique. «Inclusos los coches oficiales ahora se llevan al aparcamiento situado junto al restaurante Comarea, ya que entre el rocío, la humedad y el ambiente marino que hay aquí no duraban nada y con 80.000 kilómetros había que llevarlos al desguace», comenta otro empleado como anécdota. 

Paso prohibido

Dado el azote del mar, los trabajadores que tienen su puesto laboral en la torre de control el martes no pudieron salir de allí hasta las 20.00 horas. Y el miércoles por la mañana tampoco se les permitió el acceso hasta las 8.30 horas. En todo caso, la Policía Local mantuvo el dique de abrigo cerrado al tráfico con vallas hasta pasadas las 10.00 horas.

 

Los testimonios

Elena Silveira

Mari Cruz Jiménez queda todos los días con sus amigas para caminar por la ciudad. Y uno de los trayectos habituales es el dique de abrigo. «Paseamos por aquí cada día y hoy hemos venido a ver cómo quedó la zona después del oleaje», indica. Explica que, en otras ocasiones, siguieron la misma ruta al margen de los temporales. «Pero bueno, en esos casos ya ni nos dejaron pasar. Suelen precintar o poner vallas», explica.

Elena Silveira

Paloma Anca es una abogada coruñesa que lleva más de una década calzándose las zapatillas de runner. Este miércoles tuvo que cambiar su recorrido habitual por el dique de abrigo y cambiar la ruta hacia el paseo marítimo. «Hacía mucho que no pasaba esto, pero sí que es habitual que las olas salten la escollera», indica. Explica también que la ventaja de correr en esta zona es que está bastante abrigada del viento, aunque esto cambia hacia la punta del dique.

Elena Silveira

«Este es un punto muy batido. Si viene una ola, te lleva. De hecho, aquí en esta esquina, hasta hace poco había un baño químico y ya no está porque el otro día el mar también lo arrastró». Ignacio Taboada trabajó hasta hace poco en el servicio de Aduanas y conoce muy bien el comportamiento del mar. «Tal y como eran las olas veo pocos destrozos. El mar tiene mucha fuerza y pudo haber quedado peor», comenta este jubilado.