Overbooking arqueológico en San Antón

Xosé Vázquez Gago
Xosé Gago A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

A Coruña no puede lucir su colección de obras egipcias por falta de espacio en el castillo, y cada mes llegan nuevas piezas

13 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

A San Antón ya no le cabe en el cuerpo toda la historia que tiene dentro. El museo arqueológico está saturado, igual que sus almacenes en el Coliseo, y todos los meses llegan nuevas piezas.

¿Cuántas hay? «Es imposible decirlo», contesta Ana Martínez Arenaz, responsable municipal del museo. La causa no es que el depósito esté descontrolado, al contrario, todo lo que entra se registra y está localizable, subraya. Pero no se puede precisar más porque cada una de las casi 5.000 fichas de registro puede incluir un solo objeto o miles.

Por ejemplo, uno de los últimos registros consiste en una sola moneda de 16 maravedíes de Felipe IV. Apareció el año pasado en unas obras de canalización del agua en la calle del Orzán. Otra ficha registra 1.904 piezas de distinto tipo encontradas en la excavación del Castro das Barreiras, en Vimianzo. En el conjunto figuran piezas amorfas de cerámica, un cuchillo del siglo primero, raspadores de cuarzo, fragmentos de un caldero y más. Entre ambos extremos, otra ficha de registro detalla 35 piezas de cerámica encontradas en sondeos arqueológicos en la antigua Comandancia Militar de A Coruña, también a finales del año pasado.

El patrimonio almacenado es enorme, pero por falta de espacio solo es posible mostrar al público una parte ínfima. Es un problema común a muchos museos del mundo, pero en el caso de San Antón priva a los ciudadanos de poder contemplar, por ejemplo, una colección de piezas procedentes del alto Egipto y de Nubia que llegaron a la ciudad cuando se construyó la presa de Asuán. Si estuviesen expuestas no habría salas suficientes para mostrar el patrimonio local.

Los problemas de décadas

No solo falta espacio. El castillo, un edificio muy complejo que en sí mismo exige un importante esfuerzo de mantenimiento, lleva años a la espera de obras. Las rampa de entrada, construida sin cimentación, se está hundiendo. Hay salas con una humedad penetrante, que hace unos años provocó la caída de un falso techo en una sala dedicada a la etnografía local. Hay piezas a la intemperie desde hace décadas, como una colección de molinos; y otras con protección mínima, como la famosa réplica de una borna. Todo el suministro eléctrico depende de una sola línea, y el Brigantium, el prestigioso boletín del museo, fue víctima de los recortes hace veinte años.

Lo mismo ocurre con el personal. Ana Martínez guarda en solitario el castillo desde el 2011, cuando José María Bello, el anterior director, empezó a sufrir graves problemas de salud. En el despacho que ocupó durante 14 años dentro de la fortaleza se alcanzaban niveles de radón que multiplicaban por veinte las recomendaciones de la OMS.

San Antón, de acuerdo a la relación de puestos de trabajo del Ayuntamiento, debería contar con cinco técnicos. Pero Martínez lleva ocho años sola al frente y el museo, señala, «está vivo». Hay que clasificar las piezas, trasladarlas, atender los préstamos temporales y las peticiones de otros centros, recibir a los estudiosos que quieren ver objetos determinados, organizar exposiciones temporales y actividades...

Cuenta con el apoyo ocasional de estudiantes de formación, y con tres bedeles. También son pocos, y a veces se queda uno de ellos solo durante tardes en las que acuden cientos de personas a ver los tesoros -hay varios- que se guardan en San Antón.

Más visitas, pese a todo

Porque a pesar de ese secular abandono, las visitas al museo arqueológico crecen. En el 2015 pasaron por él 67.109 personas, el año pasado fueron 76.215. La mayoría, 18.016, lo vieron en agosto.

Las exposiciones temporales y las visitas escolares ayudan a mantener el pabellón alto durante el resto del año. En el 2019 vieron San Antón 5.478 estudiantes, casi 600 más que en el 2015.

Pero esas mejoras no tapan los problemas heredados. San Antón sigue siendo un museo municipal obligado a funcionar como provincial sin los medios necesarios. Por no hablar de la falta de espacio. La antigua cárcel de la Torre lleva años en cartera como ubicación alternativa, pero convertida casi en una ruina romana tras años de abandono, esa propuesta parece un sueño.