Galicia es la gasolina súper de Edgar Pons

A CORUÑA CIUDAD

CESAR QUIAN

El hijo del mítico Sito Pons se trasladó a A Coruña para que el surf y la naturaleza le impulsen en Mundial de moto2

21 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

«Fíjate tú si al final gano, a ver si el secreto iba a estar en Galicia», reflexiona de forma distendida Edgar Pons Ramón (Barcelona, 1995), hijo de uno de los mitos del motociclismo de velocidad español, Sito Pons (doble campeón mundial de 250 c.c.).

El talento se hereda y Edgar proyecta un futuro prometedor, pero tiene claro el camino que quiere seguir para alcanzar su meta. «¿De qué vale entrenarse muy duro cada día si al final el día de competición no tienes la cabeza donde toca?», se pregunta.

Insiste en que gestionar la presión extrema a la que se somete un deportista de alta competición es el punto de partida hacia el éxito y la salud mental a largo plazo. Paradójicamente, en el año en el que afronta su proyecto más ambicioso en el Mundial de moto2, la estabilidad anímica pasaba por la ruptura de las condiciones de su hábitat.

«Para mí, es importante salir de la zona de confort. Siempre he vivido en Cataluña, con mis amigos y mi familia. Moverme siempre me ha hecho ilusión. Conocer gente y costumbres nuevas amplía la perspectiva y te otorga madurez porque aprendes a adaptarte a los cambios», razona.

En este punto, el surf aparece como actividad fundamental. «Siempre tuve claro que quería pilotar, pero siempre hice deportes de tabla y cuando conocí el surf por medio de la escuela Shelter de mi primo Tomás en Zarautz descubrí que, para mí, es como una terapia. Aunque tenga la cabeza llena de historias, cuando salgo del agua soy una persona nueva, gracias al contacto con la naturaleza», asegura.

Bajo estas premisas, Edgar Pons decidió, junto con su pareja Paula (estudiante de Arquitectura en ese momento) afrontar el Mundial de moto2 viviendo en un área que le permitiese disfrutar del surf, lo que le orientaba a la cornisa norte española. «Ya conocíamos el País Vasco, Cantabria y Asturias, pero nunca habíamos estado en Galicia, de modo que nos la recorrimos en furgoneta durante varias semanas: Ferrolterra, la Costa da Morte, A Coruña... nos enamoramos del paisaje, las playas y el trato de la gente», relata antes de añadir. «Además, Paula podía formarse en paisajismo, así que ya no hubo dudas: nos mudábamos a Galicia».

En la balanza pesó más todo el refuerzo natural y su efecto psicosomático para la recuperación de la fatiga que la carencia de grandes circuitos y conexiones de comunicación que sufre Galicia. «Desde luego que nos compensa realizar un tramo extra de viaje tras cada carrera o entrenamiento oficial, y los circuitos privados gallegos son suficientes a la hora de entrenarme con motos más pequeñas», analiza mientras recuerda que «cada piloto se organiza su propio entrenamiento personal, con las disciplinas complementarias que cree convenientes y realmente no hay tantos tests al año con las motos grandes porque son muy costosas».

«En Galicia se vive bien y tranquilo, la gente socializa hasta por el simple hecho de tener una perrita. Vivimos en la ciudad vieja de A Coruña y a veces te sientes como en tu propio pueblo. Es una maravilla», concluye.

«Sin querer, te comparan con tu padre y te castigan más, por lo que debo trabajar la mente»

El talento innato de Edgar Pons ha quedado patente desde sus inicios en el motociclismo. Su progresión ha sido constante, superando obstáculos como una hepatitis A que le robó un año de competición, el 2016, tras haberse proclamado campeón de Europa de moto2 en el 2015. Se rehízo Edgar Pons y acabó repitiendo triunfo continental el año pasado.

Con ese bagaje se presenta de nuevo en el Mundial, competición con la que ha ido alternando en los últimos años, bajo los colores del equipo italiano Gresini. «Es una categoría muy complicada, hay demasiada igualdad. En un segundo puede haber 23 pilotos. La mente es muy importante, pero en ese aspecto y en el del pilotaje, estoy en mi mejor momento», resume.

En este sentido, un factor de presión añadida es su apellido. «Desde pequeño he mamado las motos, y claro que ayuda mucho, porque tu padre fue de los mejores, te ofrece consejos y te transmite su sabiduría y experiencia, pero en algunos momentos no es que perjudique pero puede llegar a complicarte porque hay más ojos puestos en ti y no en el piloto de al lado. Y es obvio que más presión en el deporte de alto rendimiento no ayuda...», argumenta Edgar, cuyo hermano Axel también compitió. «Sin querer te comparan con tu padre... de modo que tienes que trabajar mentalmente porque digamos que te castigan más», apunta.

«El Mundial no es una broma. Hay un nivel elevado y pretendo ir de menos a más. Lo bueno es que ya lo conozco, aunque las motos cambiaron un poco. Mi objetivo claro es estar lo antes posible en el top 10 y puntuando, y de cara a los tres cuartos de campeonato, acercarme al top 5. Se puede hacer, y luego ya pensar algo más grande de cara a la siguiente temporada», se propone.