Esta pintada de ahí

A CORUÑA CIUDAD

07 dic 2019 . Actualizado a las 10:57 h.

Espray naranja fosforito y una caligrafía precisa que no destila dudas. Con estas herramientas alguien escribió el martes por la noche la frase arriba firmada en la fachada lateral de un bar de A Coruña al que cada día acuden cientos de personas, mariconas y no. Resulta desconcertante ese impulso por la asertividad faltona en muros y empalizadas, esas pruebas descarnadas de cobardía que suelen ser la fanfarria de un odio mayor y que se utilizan para humillar, insultar, agredir, amedrentar, chantajear o señalar. El referente es muy poderoso: aquel Berlín del año 36 en el que los comercios judíos empezaron a marcarse con insultos y estrellas como anticipo de lo que acabó siendo la solución final. En realidad hay muchos ejemplos en la historia en los que tipos que además de ser unos villanos carecen del coraje suficiente para escupir mierda a la cara se ensañan desde el anonimato con alguien que no puede defenderse. Twitter se ha convertido también en esto aunque los precedentes son antiguos como la escritura. En las ruinas de las tabernas de Pompeya se conservan las inscripciones «Perarius eres un ladrón»; «Oppius, ¡payaso ladrón, sinvegüenza!» o «Cosmo, hijo de Eudicia, gran invertido y mamón, es un pierniabierto», lo que demuestra que la gilipollez no es un invento ni digital ni analógico.

Esta pintada de ahí de la que hoy hablo apareció el martes en la fachada lateral de La Urbana, un bar de A Coruña que en pocos años ha modificado la dinámica de un barrio abandonado a su suerte por las instituciones y que hoy es un ejemplo de convivencia y tolerancia. Sus dueños, Luis Jarque y César Pérez, montaron el negocio ajenos a la aristocracia hostelera local, sin ayudas y con un patrimonio muy valioso: sus ganas y su compromiso con una forma de entender la vida que se ha trasladado al local y al barrio entero. En la Urbana conviven maricas y heteros, pijos y modernas, niños y niñas, ancianas de 89 años que riegan las plantas del bar, italianas hermosas, sirios de dos metros, muchachas de Teruel, pintores de Málaga, hermanos de Montevideo, de Buenos Aires, de Vilagarcía, pandereteiros que cantan con Guadi Galego, muchachotes sanos y buenos que regentan gimnasios y arquitectas, muchas arquitectas. A la Urbana acude, básicamente, quien quiere y lo hace con la convicción de que enseguida formará parte de la familia y de que no será juzgado, ni insultado, ni condenado, ni apartado, ni ridiculizado. Seguro que esto es lo que quieren despedazar los cretinos de la pintada naranja fosforito. No lo van a conseguir.