Los expertos ven en el último temporal el desencadenante del hallazgo, ocho años después, de la identificación de Javier López

M. Méndez
Periodista

Los temporales lo revuelven todo. Generan caos y desorden. Dejan las cosas fuera de sitio, perdidas. En ocasiones, sin embargo, también permiten desenterrar lo escondido. Este efecto colateral es el que ha rescatado una de las tragedias que más duelen en la memoria colectiva de A Coruña. La que se produjo en la madrugada del 27 de enero del 2012. El estudiante eslovaco Tomas Velicky y los tres policías que lucharon por rescatarlo, Rodrigo Maseda, José Antonio Villamor y Javier López, murieron tragados por las olas. Sus cuerpos fueron apareciendo en los días sucesivos. La identidad de Javier López acaba de ser devuelta.

«Esto no tiene nada que ver con el régimen de las mareas ni con las corrientes, sino con el último temporal», apunta David Marcote, experto en mareas del Instituto de Oceanografía de A Coruña. Se refiere a la placa de Javier López y a la cartera de cuero, con el carné acreditativo dentro, que un perro encontró el domingo, escarbando en la arena de la playa de Riazor. «Parece lógico pensar que los enseres que mencionas quedaron enganchados en alguna roca, o tapados por la arena del fondo, o algo similar. Los fuertes temporales que están llegando a nuestras costas en estas fechas provocan fuertes oleajes. Estas grandes olas generadas por el viento son capaces de mover los primeros metros la columna de agua y llegar a remover fondos de zonas someras. Los documentos que han aparecido se habrán liberado del sitio donde estuviesen atrapados y serían arrastrados hasta la orilla, donde recientemente se encontraron. Estas olas son debidas a la acción del viento, no tienen que ver con la actividad de las mareas que genera otro tipo de subida y bajada del nivel del mar», añade su compañera del Instituto Español de Oceanografía (IEO) Elena Tel. 

La placa y el carné del policía nacional Javier López, recuperadas este domingo en la orilla de Riazor. Un perro que escarbó en la arena dio con los objetos del agente
La placa y el carné del policía nacional Javier López, recuperadas este domingo en la orilla de Riazor. Un perro que escarbó en la arena dio con los objetos del agente Ángel Manso

En el mismo lugar 

El mismo fenómeno que vació de arena la pequeña cala de Matadero el viernes, en el extremo derecho de la ensenada coruñesa, liberó los enseres que Javier López llevaba consigo aquel día. Aparecieron en Riazor, en la playa contigua a Orzán y en la que los tres agentes se metieron en el agua para coger, sin éxito, al universitario erasmus. «Básicamente, los objetos quedan depositados allí donde caen», indica Miguel San Claudio, arqueólogo subacuático.

«Es habitual, no tanto que aparezcan, no tienen por qué aparecer, sino que se conserven. El mar no es un salto a otra dimensión, las piezas permanecen ahí, a o no ser que por un proceso biológico o mecánico se descompongan. No es algo extraño, mucho más cuando tienen poco peso, como la cartera. No se entierra en el sedimento y es susceptible de quedar en capas superficiales de la arena», explica San Claudio.

Uno de los que más conocen este comportamiento de Riazor y Orzán en días de vendaval y alerta roja por olas es Jesús Corzo, propietario de la escuela Buceo Galicia. «Cuando hay estos temporales gigantescos aparecen muchas cosas. Lo normal es que el mar acabe enterrando estos objetos y, mientas no haya otro temporal imponente que los desentierre y arrastre a la orilla, (como la placa, que es más pesada), queden ahí», cuenta.

Solo un metro cúbico de agua pesa más de una tonelada

«En la ensenada se hacen canales de un metro y medio de profundidad en la arena. La fuerza del agua es impresionante. Hay que tener en cuenta que solo un metro cúbico de agua, dependiendo de su densidad, pesa más de una tonelada», detalla el buzo Jesús Corzo. «En invierno, la fuerza del mar arrastra los sedimentos y se acaba formando un rampa. Las olas suben con más fuerza y lanzan la arena hacia la orilla», insiste Corzo.

«Cuando realizamos inmersiones después de estos ciclones, la orografía del fondo está completamente distinta. En el dique de abrigo de A Coruña, las olas pasan de un lado a otro piedras de la escollera que pesan diez toneladas cada una», recuerda Corzo. «Las corrientes no mueven esos objetos enterrados en los fondos, los mueven los temporales», coincide con los especialistas del IEO. Y, al igual que San Claudio, remarca que «las piezas que devuelve el mar suelen concentrarse en una misma zona de la playa, en función de la orografía de esta». 

 

La «suerte» y el olfato 

 «¿Por qué aparecen ahora, con este temporal, y no con otros anteriores?», se pregunta David Marcote. «Esto no es una ciencia exacta», se responde a sí mismo. «También está la suerte», continúa. «La cartera y la placa aparecieron por el perro. Posiblemente olió algo raro y por eso escarbó en la arena», arroja Miguel San Claudio.

La dirección del viento, del noroeste, y el mar combinado (cuando coinciden el mar de fondo y el mar de viento) convirtieron a Riazor el pasado jueves en un cóctel explosivo. La primera alerta roja del otoño dejó olas de hasta 17 metros y agitó el interior de la ensenada que escupió, como por una mala digestión, el nombre de Javier López, héroe que hoy bautiza una calle de A Coruña. 

La cartera y la placa aparecieron por el perro

 Olas desde Groenlandia

Aunque incrustadas en un centro urbano, las playas de Orzán y Riazor están en una ensenada abierta al Atlántico, donde el oleaje entra de lleno. Un factor que probablemente desconocía el universitario eslovaco. «¿Qué diferencia el noroeste de España de Dinamarca? Las islas británicas. Las olas rompen en Irlanda. Aquí hay inundaciones porque hay mucha distancia desde donde se genera el oleaje cuando vienen del noroeste, a la altura de Groenlandia, hasta nuestra costa. En Galicia, las Rías Baixas tienen una protección natural, Ons en la ría de Pontevedra o las Cíes en la de Vigo. En las Altas esto no existe. El agua no tiene ningún freno», aclara Enrique Peña, catedrático de Ingeniería Portuaria y Marina en la UDC.

A esto hay que sumar que Riazor y Orzán son playas «reflejantes». «Cuanto más gorda es la arena, como en este caso, menos disipa la fuerza del oleaje. Una parte de la ola vuelve hacia atrás, se superpone con la siguiente y se forman olas más grandes. Es la corriente de resaca», añade Enrique Peña. La misma que puede atrapar a una persona en la orilla y arrastrarla mar adentro. Aquí, a estas hay que añadir otras corrientes circulares. 

Por encima, Riazor es un playa más vertical y con una batimetría (los fondos) más rocosa que Orzán. En sus fondos cuenta con dos cañones submarinos arenosos que, con marea alta, se convierten en canales de entrada de grandes masas de agua, y de ahí las inundaciones más frecuentes en esta parte del paseo marítimo.