Genocho Meléndrez Pascual: «Lo de ser vendedor lo llevo en la sangre»

La Voz

A CORUÑA CIUDAD

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EDUARDO PEREZ

Forma parte de una familia que marcó una época en la ciudad

05 oct 2019 . Actualizado a las 23:40 h.

«Dominábamos el pequeño y mediano comercio. Las tiendas Pascual, después Atempore, las franquicias de Benetton... No soy muy de pensar en el pasado. No añoro demasiado esa época. Soy tan feliz ahora como lo era antes aunque no se gane el mismo dinero», reflexiona Genocho Meléndrez Pascual, que siempre fue Genocho Pascual. «Hubo una época en la que sí, pero desde que no existe Pascual como marca comercial volví a utilizar más el nombre de mi padre», apunta.

Su progenitor murió cuando él era un chaval, y su madre, la gran Lolita Pascual, hace poco más de un año. «De ella conservo la manera de trabajar, de atender al público de forma personalizada. Es algo que has ido mamando desde pequeño. Lo de ser vendedor lo llevo en la sangre, y lo voy a ser toda la vida», analiza.

Charlamos en el café A Vella, en la plaza de Azcárraga ( A Coruña). «Soy un enamorado de La Ciudad. Es una aldeíta en la que todos los días saludas a las vecinas. Tengo la tienda en la calle Damas, vivo aquí arriba, -señala hacia la zona de la Colegiata-, y mi madre vivía en Tabernas», comenta a unas horas del Día del Rosario.

Camino de los 60

Pide un rooibos sabor vainilla. «Me gustan los callos y las lentejas, los platos tradicionales, pero me cuido bastante y no soy de grandes excesos. En mi casa cocino yo, pero no me considero buen cocinero», confiesa. No lo veo muy cómodo hablando del calendario. «Digamos que el año que viene cumplo 60. Tengo la suerte de que la gente me dice que aparento menos. Todavía no he pegado un bajón pero ya me empezaron a salir algunas canas».

Tiene dos hijos, Genocho y Lucas, de 20 y 18 años. «Los tuve tarde», reconoce. A la edad de sus chavales él ya estaba trabajando en la empresa familiar. «Como estudiante dejaba bastante que desear y volvía loco a mis padres. Recuerdo ir a barrer al almacén que teníamos en la Franja», rememora.

Somos tan atípicos que por el momento no vendemos por Internet

Tienda diferente

En la puerta de Carballada, el negocio que dirige con su hermana María, está Drake. Es algo más que un perro. Los turistas se paran para hacerse fotos con él. Es un reclamo fantástico. «Nadie montaría un negocio con nuestra filosofía. Somos atípicos. Llevamos un par de años dándole vueltas a vender on-line y todavía no lo pusimos en marcha. A día de hoy tener una tienda aquí es muy meritorio», reflexiona Genocho.

«Al coruñés le cuesta venir hasta la Ciudad Vieja. Cuando llega la Feria Medieval se llena, pero nada más. Comercialmente no acaba de arrancar y, además, vecinos, hosteleros y comerciantes van cada uno por su lado. Creo que sería mejor estar todos unidos y atraer negocios diferentes. Aquí no vale cualquiera», analiza. En Carballada cuentan con su propia colección de ropa, bolsos, calzado y cosméticos. «Estamos todo el día barrenando. La tienda te absorbe mucho tiempo», reconoce.

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EDUARDO PEREZ

Pasión por la moto

Por las mañana se levanta temprano para llevar de paseo a Drake durante más de una hora. «Apenas utilizo el coche. Voy a todos sitios caminando o en bici, que es mi medio de transporte habitual. Tengo una plegable que me va fenomenal», comenta. El único ruido del motor del que no desengancha es del de la moto. «Me sigue gustando. Este verano me fui unos días con un amigo y nuestras respectivas parejas hasta Cádiz», confiesa con una sonrisa de satisfacción.

Toda una vida lleva Genocho detrás del mostrador. «Sigo manteniendo el contacto con la gente que trabajaba con nosotros», apunta. «Mi abuelo vivía por y para el negocio. Yo no digo que ahora tenga que ser igual, pero si montas algo tienes que saber que va ser una parte importante de tu vida», reflexiona.