El bajo precio y la llegada a la ciudad de adictos dispara el consumo de heroína

Alberto Mahía A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

Alberto Mahía

Gran preocupación en los barrios por la aparición de jeringuillas en parques

25 sep 2019 . Actualizado a las 10:52 h.

Bastan 5 euros para comprar heroína. Un pico ya cuesta lo mismo que un porro. «El primero te lleva a una vida inmunda hasta que termina matándote y el segundo provoca enfermedades mentales que afectan a tu trayectoria laboral y familiar». Lo dice el psicólogo clínico Alfredo Roel, que lleva trabajando 20 años con toxicómanos y de dos a esta parte ha comprobado un preocupante aumento del consumo de heroína en la ciudad.

No es que los jóvenes de ahora, esa generación que no ha visto los estragos que esa sustancia causó en los ochenta, estén detrás del repunte en el consumo. Eso es lo que dicen desde la Asociación Coruñesa de Lucha Contra la Droga (Aclad): «No es cierto eso. Al menos, aquí no lo apreciamos». Lo que sí existe es que los politoxicómanos han añadido la heroína a las sustancias que antes tomaban. Se trata de personas que antes consumían al mismo tiempo cocaína, hachís y pastillas y ahora han añadido la heroína a ese cóctel letal. «Como la cocaína les impide dormir, utilizan la heroína como calmante para poder conciliar el sueño», apunta Alfredo Roel.

El incremento en el consumo de la heroína, que en todos los barrios de la ciudad lo están comprobando ante la aparición de un tiempo a esta parte de jeringuillas en parques, jardines, portales o cualquier descampado se debe, principalmente, a toxicómanos de larga duración. No solo coruñeses, sino adictos que llegaron y llegan a la ciudad debido a ser la urbe gallega con mejor asistencia y más centros de apoyo. «Aquí encuentran lo que en otros lugares no, entidades que ofrecen comida, aseo y una cama. Existe como un efecto llamada. Lo dice siempre el director de Inclusión Social de la Cruz Roja cuando se le pregunta por el alto número de personas en exclusión que son atendidas en A Coruña por múltiples instituciones, que les obliga «a un mayor esfuerzo con los más desfavorecidos. Pero esto tiene otras consecuencias. Al existir más plazas en albergues y una mejor asistencia, son muchos los indigentes que vienen a la ciudad en busca de esa ayuda que en otras partes no encuentran o no es tan accesible».

Uno de los responsables de que todo funcione en la oenegé Casco, Rubén Alexandre, no observa un mayor número de consumidores de heroína. Pero sí destaca el «gran esfuerzo» que esta entidad vuelca con esas personas, con las que «hablamos mucho con ellas para que no externalicen su problema y consuman en la vía pública o tiren las jeringuillas. La prueba está que a nuestro alrededor, en Santa Margarita, no existe ese problema».

Monelos, Os Mallos, Meicende, Monte Alto, Birloque, Labañou o el Agra, principales puntos de venta

Cuando Penamoa desapareció del mapa, la venta de heroína se repartió por la ciudad. Barrios como el de Monelos, Os Mallos, Meicende, Monte Alto, Birloque, Labañou o el Agra han visto cómo el mercado ocupó sus calles. Son, en la inmensa mayoría, salvo excepciones, pequeños traficantes. Y sus parques en lugares donde se consume, de ahí la proliferación de jeringuillas donde antes no las había.

Fuentes policiales hablan de sus efectos: «Ahora es diferente, las nuevas generaciones tienen otra forma de entender este consumo, nada estigmatizado siempre que no se pinche, la fuman. Eso hace muy difícil que se den sobredosis, pero sí los desgasta hasta consumirlos, y luego, ya sea por una subida de azúcar u otra dolencia, mueren. No puede decirse que la causa clínica del fallecimiento sea una sobredosis, ni tan siquiera la heroína, aunque se sabe que fue el desencadenante. Lo que no es normal es la cantidad de heroína que se mueve, ya sea en kilos o en dosis».

Detrás de un mayor consumo está la alianza de narcos gallegos con mafias turcas, que comenzó ya en la década de los 90. Los contactos con los turcos y las nuevas relaciones con las mafias del Este facilitan el transporte por carretera de los alijos, generalmente en vehículos de lujo con departamentos ocultos, y su posterior almacenamiento hasta su venta. Pese a todo, es la droga con menos incautaciones. Muy lejos de la cocaína o el hachís.