«Las mordeduras de perros no son un problema sanitario»

R. D. SEOANE A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

Manuel Tellado e Isabel Casal, cirujanos pediátricos del materno Hospital Teresa Herrera de A Coruña (Chuac)
Manuel Tellado e Isabel Casal, cirujanos pediátricos del materno Hospital Teresa Herrera de A Coruña (Chuac) CESAR QUIAN

Especialistas del Hospital Teresa Herrera atienden cada año a medio centenar de niños con lesiones producidas por sus mascotas. La mayoría, jugando. «Un ataque agresivo es raro», insisten los cirujanos del materno infantil coruñés

13 sep 2019 . Actualizado a las 20:56 h.

«Una mordedura es un caso muy muy puntual, como mucho vemos una a lo largo de todo un año, y que se produzca en un ataque agresivo es todavía más raro», subrayan Manuel Tellado e Isabel Casal, cirujanos pediátricos del Hospital Teresa Herrera de A Coruña, donde se encuentra ingresada en planta la niña de 21 meses mordida por su pastor alemán el pasado domingo. 

De lo poco corriente de casos como el de la pequeña de Narón, da idea el hecho de que inmediatamente se convierta en noticia y motivo de inquietud e incluso debate que un menor llegue al materno atacado por un perro. Cierto es que estos casos inusuales, vinculados a una agresividad inesperada del animal, suelen ser graves, pero los especialistas insisten en «no alarmar» acerca de la seguridad infantil en un entorno en el que cada vez es más habitual la integración de las mascotas en el ámbito familiar . 

En el centro materno infantil del Chuac calculan que, anualmente, de media les llegan medio centenar de heridas producidas por perros a niños, la inmensa mayoría banales. Se trata de lesiones leves y causadas en el juego entre los pequeños y sus mascotas. Porque sí, suele ser el perro de casa el autor de esas heridas, muchas veces simples arañazos, «Algunas no necesitan ni sutura, y otras un par de puntos», apunta la especialista, que insiste en no demonizar una casuística que, en el peor de los supuestos, suman cinco casos de «cierta» relevancia al año. Incluso en estos pacientes con heridas de mayor importancia hay que hacer diferencias, ya que  «una cosa es una mordedura en un ataque agresivo, y otra es la que se produce cuando el niño le mete la mano en la boca al perro, jugando, y sin querer le engancha el colmillo», advierte Isabel Casal. 

Es verdad, también, que acostumbra a ser el verano la época de mayor incidencia, y el rasguño suele ser lo más frecuente. «Los perros no tienen manos y si quieren agarrar o subir mientras juegan, pueden arañar», explica Tellado. Por idénticas razones, el intento de relacionarse del animal, las zonas más afectadas son comúnmente las manos, los brazos y la cara. «Son menos frecuentes en las piernas o el resto del cuerpo», añade. 

En su ánimo de mitigar preocupaciones, alude el equipo pediátrico a una cuestión de número. En un área sanitaria como la coruñesa 100.000 niños conviven con 60.000 perros, en su inmensa mayoría de compañía. Frente al medio centenar de lesiones perrunas, «en este hospital atendemos cada año a más de 500 niños heridos en parques públicos y caídas accidentales», apuntan.

«Parece que vivimos en una sociedad muy polarizada, que todo es blanco o negro, enseguida salta alarma social, pero las mordeduras no son un problema sanitario», recalca Tellado. De hecho, «la familia no suele venir enfadada con el perro».  

 La experiencia también confirma que tanto la incidencia como la gravedad de las lesiones tiene a menudo mucho que ver con la edad del menor. «Es más fácil que le pase a niños pequeños, probablemente porque a un chaval de 12 o 14 años le hace menos chiste el perro que a uno de 5», valora el cirujano. 

El ánimo de los expertos de no generar alarma no significa, no obstante, que la comunidad médica quiera restar importancia a cuestiones que consideran importantes para tratar de evitar incidentes, de mayor o menor gravedad. «No queremos decir _puntualizan_ que el niño puede jugar sin vigilancia con el perro; no hay que banalizar: lo más importante es controlar al niño porque, sobre todo cuando es pequeño, no sabe hasta dónde puede llegar con el perro», explica Tellado. Educar a los niños, y educar a los perros, es la receta mínima de la prevención. Cuidar al animal, que no se trate de un ejemplar maltratado, ya que eso suele volverlos violentos, y respetar sus necesidades biológicas en función de las razas son otros de los consejos. «Si la naturaleza lo ha creado para pastorear y lo tienes siempre metido en casa, loquea y terminará mordiendo las cortinas… es más fácil que se mosquee», describe gráficamente el médico. 

En el caso de los perros territoriales, la llegada de un nuevo miembro, un bebé, a casa es otro de los momentos a cuidar y especial atención ha de prestarse, apuntan los cirujanos, cuando la relación del niño es con un animal que no conoce: «Pregúntale a su dueño primero si te puedes acercar y acariciarlo y pon atención a los signos de alarma: si mueve la cola, probablemente no ataque, pero si rosma...»