Hace más de cuatro decenios que Antonio Rodríguez donó sangre por primera vez y desde entonces nunca ha faltado a su cita con la solidaridad hasta que ayer, al cumplir 65 años, se acercó el Chuac por última vez como donante
22 may 2019 . Actualizado a las 14:41 h.Toñito es una buena persona. «Pienso que sí», dice con sencillez. De esos seres humanos que vino al mundo para ayudar a los demás. En su tarjeta de donante figura el nombre completo, Antonio Rodríguez Freire. Tiene 65 años y su grupo sanguíneo es A+. Es posible que algunos lectores tengan por sus venas sangre de Toñito, como conoce todo el mundo a este vecino de O Burgo. Ayer fue un día especial para él. Después de más de 40 años acudió a la cuarta planta del Chuac para donar por última vez. «Me da bastante pena. Ya llegó mi hora. Ya he cumplido con lo mío. Podría seguir prestando su sangre algún tiempo más con el permiso de su médico de cabecera pero considera que «es el momento de que la juventud tome el relevo y sean solidarios. Porque no cuesta nada. Dar una gota de sangre salva muchas vidas», comenta emocionado. Recuerda cuando fue a visitar a un familiar enfermo. Estábamos en la España de la Transición y se enteró de que con el carné de donante podía pasar sin restricciones al entonces Juan Canalejo. Y a partir de ahí «me entró el gusanillo en el cuerpo. En los últimos tiempos me reñían porque iba con demasiada frecuencia», afirma. Le entró el gusanillo y la aguja infinidad de veces porque a lo largo de estos cuatro decenios donó litros y litros de sangre. A pesar de Toñito y de otros muchos como él, desde la Axencia de Doazón de Órganos e Sangue explican que el año pasado bajó la media de donaciones por cada mil habitantes y se perdió el reconocimiento de la OMS. «El problema es el envejecimiento y la pérdida de población», apuntan. «Hay que animar a los jóvenes», sentencia Toñito con su espíritu A+ poco antes de donar por última vez.