Cosme Vidal, anticuario: «De pequeño quería ser millonario como el Tío Gilito»

Pablo Portabales
Pablo Portabales A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

MARCOS MÍGUEZ

Apasionado de la navegación y el rock, con 21 años abrió su primera tienda de antigüedades; 35 después, dice que prefiere vender mucho, «aunque me quede con poco margen, que pegar un pelotazo al mes»

20 may 2019 . Actualizado a las 09:34 h.

Tiene 56 años y un niño de 8. «Soy un padre mayor, lo tuve con 48. Mi hijo es lo mejor de mi vida», comenta sonriente. Está delgado «pero nunca he ido a un gimnasio. Soy así de constitución. Como el Quijote», apunta Cosme García Vidal, cuyo primer apellido solo utiliza en el DNI. Asegura que alguna vez lo confundieron por la calle con el fotógrafo Santiago Saiz. «Sí, hasta hubo gente que me pidió que le hiciese una foto», recuerda mientras da un sorbo al té que acaba de pedir en el Stollen de la plaza de Vigo. «Es donde mejor lo hacen en la zona. No tomó café desde hace años porque me pone nervioso y ya lo soy bastante», asegura este anticuario que en 1984, con 21 años, abrió en la calle Lagasca de Madrid su primer negocio. «Cumplo 35 años en la profesión. Mi madre, Nena Vidal, me sigue asesorando. Me enseñó el oficio de las antigüedades. Y me dio consejos como 'los anticuarios empezamos con una silla y dinero y acabamos sin dinero y muchas sillas, así que cuidado'», recuerda. «Solo conozco a tres hijos de anticuarios que sigan con el negocio. Apenas existe el relevo generacional. Es una profesión dura y hay que viajar mucho. Menos en Australia estuve por todos los continentes visitando museos y colecciones privadas. El secreto del negocio es saber comprar, entonces la pieza se vende sola. No existen chollos como antes, pero hay que tener ojo de halcón y, si sabes buscar, siempre encuentras», resume. 

El modelo Inditex

Su tienda, Cosme and Son (homenaje a su hijo), en la calle Pardo Bazán, es un poco especial. «Me gusta vender mucho aunque me quede con poco margen. Prefiero eso que pegar un pelotazo al mes. No soy partidario de hacerlo, me parece un timo, y no me trato con la gente de mi profesión que lo hace. Y todas las semanas varío la mercancía. De Inditex aprendí que hay que renovarse constantemente», analiza este coruñés que nació en el antiguo Sanatorio Ron. «Delante de la puerta de toriles de la antigua plaza de toros», precisa. Estudió en la Academia Galicia y a los 15 años lo mandaron a Madrid al Colegio Alemán. No volvió hasta que tuvo 27. «De pequeño quería ser millonario como el Tío Gilito», asegura. Como su padre, que falleció siendo Cosme muy joven, tenía una explotación agraria, decidió cursar una FP agrícola en San Sebastián de los Reyes. «Quería ser agricultor, pero es muy duro. Aposté por seguir los pasos de mi madre y estudié restauración. Restaurar madera me abrió muchas puertas. Hice trabajos para la condesa de Fenosa, restauré mobiliario del Teatro Rosalía, del pazo de Mariñán, del palacio municipal de María Pita y hasta llevé piezas al museo del castillo de San Antón», destaca este enamorado del románico, del arte sacro «y de lo actual». 

De isla en isla

«El mar disuelve todos mis problemas», sentencia. «Crucé el Atlántico, navegué por el Índico, conozco casi todo el Mediterráneo, estuve 42 días seguidos navegando, me encanta ir de isla en isla… Y no he participado en una regata en mi vida», asegura. También se declara deportivista y muy aficionado a la música. «Vi a los Rolling ocho veces. Pero del concierto que tengo un recuerdo más especial fue el del primero de Los Ramones en España, en la antigua plaza de toros de Vista Alegre. Los teloneros fueron Nacha Pop. No concibo un día sin música. Toco la guitarra, mal, y también las restauro», comenta Cosme Vidal, al que no encontrarán en redes sociales. «No sé ni cómo funcionan. Lo mío es el boca a boca. Utilizo Internet para trabajar, pero nada más», afirma el hijo de la decana de los anticuarios gallegos. «Somos unos profesionales que salvamos cosas que si no irían a la hoguera de San Juan», afirma antes de dar el último sorbo de té.