Las galerías de los Castros solo duran un mes limpias y sin pintadas

Alberto Mahía A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

CESAR QUIAN

Los vándalos volvieron al pasadizo para llenarlo de grafitis y robar las cámaras

04 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Un mes después de que el Ayuntamiento limpiase las pintadas de las galerías de los Castros, sus paredes vuelven a estar con grafitis y sin las dos cámaras de vigilancia que pusieron los comerciantes porque pensaban que así disuadirían a los vándalos. No les sirvió de nada. Ni la videovigilancia ni el lavado de cara que el gobierno local ordenó a finales de marzo. Y los que allí trabajan y compran ya no pueden más.

Las galerías comerciales discurren por una larga escalinata que une la avenida de Oza y la calle de la Merced. Inauguradas a comienzos de los años setenta, la ubicación en su interior del economato Codeco le proporcionó una vitalidad que hoy no es más que un viejo recuerdo entre los vecinos más veteranos del barrio, ya que el antiguo recinto comercial tan solo está ocupado hoy por cuatro establecimientos.

Antes de marzo, daba miedo meterse o cruzar el pasadizo. «Esto parecía el Bronx», lamenta Herminio Rodríguez, propietario del bar Minín, que lleva nada menos que 40 años dando muy bien de comer y limpiando las pintadas que le hacen en la fachada.

La limpieza llevada a cabo en marzo no los dejó muy satisfechos. A Herminio Rodríguez, a la modista que tiene enfrente y al resto de comerciantes les hubiese gustado que el saneamiento fuera «más profundo». Se quejan de que no tocaron el suelo, cuando está lleno de pintadas. No hay un escalón sin un insulto, una proclama política o un número de teléfono. La limpieza se quedó solo en las paredes y tanto los usuarios de la galería como los que en ella trabajan y la asociación de vecinos, con Paulo Sesto a la cabeza, piden una solución más completa, un proyecto que no solo deje el espacio saneado, sino que también sirva como vivero de empleo y para revitalizar el comercio. Mientras eso no llegue, exigen de nuevo a las autoridades municipales que limpien los grafitis realizados en este último mes. Casi todos pertenecen al mismo individuo que firma como Goas. Llenó el pasadizo con su apodo.

Herminio Rodríguez no entiende como en A Coruña no se hace lo que se hizo en Oleiros, cuando su gobierno emprendió una batalla contra los vándalos de las pintadas, imponiéndoles multas de 3.000 euros. «Aquello fue mano de santo. Lo que no comprendo es que aquí, que saben quiénes son, no hacen lo mismo», añade el dueño del Minín, que hace unos años tuvo comiendo al alcalde en una de las mesas de su bar y le habló del problema.

Hace cinco años, el anterior equipo de gobierno elaboró un proyecto para instalar escaleras mecánicas en ese lugar, pero tras el cambio de mandato se paralizó al considerar que eran muy graves las deficiencias que presentaban las galerías.

Tanto la asociación de vecinos de A Gaiteira-Os Castros como los comerciantes han expresado su respaldo a un proyecto que mejorase la movilidad en este lugar, ya que las escaleras son la única posibilidad de comunicación entre las dos calles si no se quiere dar un largo rodeo, ya que apenas hay vías perpendiculares entre ellas a pesar de su longitud.

Los responsables de la asociación indicaron que están en contacto con vecinos y comerciantes para elaborar ideas y propuestas para recuperar este mercado que actualmente está totalmente inutilizado, «procurando que as propostas e ideas que moitas persoas do barrio nos aportan cheguen ás Administracións que poden levalas adiante».

Un espacio inaugurado en 1972 y solo conserva 4 negocios abiertos de los 102 que tuvo

Abrieron en 1972 y tras una época de esplendor en la que fueron el epicentro comercial de Os Castros, el espacio que ocupan las antiguas galerías es un callejón oscuro que conduce a una planta de puestos desértica. Unas escaleras infinitas, sin luz natural y con las paredes llenas de pintadas, conectan la avenida de Oza con la calle de la Merced. Es en esta entreplanta donde está el viejo mercado. Hubo momentos en los que ahí había 102 tenderos despachando. Hoy, las verjas están bajadas. No busquen tras el mostrador. Las modas y el continuo abandono municipal fueron su sentencia. Aquí, los vecinos hacen un alto en el camino. «Aún no es de muerte», advierte Paulo Sexto, del colectivo vecinal Oza Gaiteira-Os Castros. Cuatro locales todavía dan vida a este centro comercial fantasma. «Llevo desde el principio», dice Herminio Rodríguez. Su bar, Minín, es el único negocio que nunca tiró la toalla. Jubilado él, lo regenta su hijo. «No nos fuimos porque nos fue bien», subraya Herminio.

Dolores Neira no consigue batir el récord del Minín pero también suma años, 29, vendiendo en Flores Obdulia. «Nunca me plantee cambiar de lugar», asegura Dolores. En la planta del mercado ellos son los únicos. «Algunos puestos se alquilan como almacén, en otro un chico ha montado un taller de reparaciones», Paulo Sexto lleva la cuenta. En el acceso a las galerías por abajo, por la avenida de Oza, Pilar Seijo lleva dos decenios cosiendo por encargo. Ahora tiene a otra vecina, «la boutique de la entrada abrió hace poco». Son pocos, pero no se rinden.