«No me opongo al ascensor por maldad, sino por pura supervivencia»

Alberto Mahía A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

MARCOS MÍGUEZ

Algunos de los vecinos de la mujer de 75 años que denunciaba sentirse encerrada en casa por la falta de esta infraestructura, explican sus razones para negarse a la obra

27 abr 2019 . Actualizado a las 16:21 h.

Raro es el edificio antiguo sin ascensor en el que su instalación no suponga un conflicto vecinal. Lo acabamos de ver en el número 3 de la calle Aaiun, en el Agra del Orzán, donde vive una vecina de 75 años con párkinson y la calle se le hace tan lejana como su juventud. Reside en el quinto y le cuesta caminar por el pasillo.

Sus pasos son tan cortos que parece que está quieta. Solo corre su cabeza. «Bajo a veces con ayuda, pero por unos que se oponen al ascensor, llevo años que me siento encerrada», dice arropada por la mitad de sus vecinos. Los que se oponen argumentan sus razones. Unos dicen que no tienen dinero ni manera de conseguirlo. Otros se niegan a ceder espacio en sus viviendas o bajos. ¿Les falta humanidad? «De ninguna manera. Me opongo al ascensor no por maldad ni por falta de sensibilidad hacia la situación de la mujer, sino por supervivencia», explica Mara, una de los responsables del centro de formación homologado por la Xunta que funciona en el bajo. Argumenta que el proyecto que les presentaron les «comería» el pasillo que conduce al baño, «lo que supondría dejarnos a nosotros sin la accesibilidad que nos exige la consellería de Benestar». Eso significaría, según Mara, el cierre de la empresa y la pérdida de empleos. Para evitarlo, «estamos dispuestos a llegar hasta el final, aunque sea al Supremo».

También se oponen las propietarias del garaje. El proyecto encargado a un arquitecto contempla la eliminación de más de dos plazas de garaje, «que ya tenemos pocas porque el espacio es pequeño». Para los dueños, apoyar la instalación del ascensor les supondría «graves perjuicios».

La hija de la mujer afectada conoce los problemas que un ascensor significaría para los bajos, de ahí que solicitase otro proyecto arquitectónico para minimizar los daños tanto a la escuela de formación como al garaje. Esta opción sería la de llevar el elevador por el patio de luces. Los bajos quedarían a salvo, pero afectaría a la mitad de los residentes, pues les quedaría una habitación sin ventanas, según denuncia una de las vecinas que también se opone a la instalación.

La otra mitad del edificio está conforme con la instalación. Estos llegaron incluso a proponer a los que se oponen que sufragarían ellos todos los gastos. Pero ni así.

El número 3 de la calle Aaiun es un ejemplo más de lo que ocurre cuando en un edificio se plantea una obra semejante. Siempre surgen discusiones. El debate lo zanja la Ley de Propiedad Horizontal. Por mucho que se oponga uno, tres o, incluso, la mayoría de los vecinos del edificio, si en el mismo vive una persona con movilidad reducida y lo pide, el elevador se instala. Punto.

¿Ha de llevarse a votación en la comunidad la instalación del ascensor? «No. Basta que un vecino o propietario con discapacidad reconocida y/o mayor de 70 años lo solicite; o quien pida su instalación posea una vivienda o local en donde habita o trabaja alguna persona mayor de 70 años o con discapacidad. Lo dice la Ley de Rehabilitación. Incluso se puede llegar a expropiar, tanto metros al edificio como a la vía pública. Pero para llegar ahí, antes hay que pleitear en los juzgados. A veces, años.

Una llave solo para uso de los que lo pagaron

Un cartel informa a la entrada del elevador: «Para utilizar este ascensor es imprescindible disponer de la correspondiente llave». De los 18 pisos, solo la mitad tienen ese servicio. No hay duda de que la comunidad del número 4 de Sofía Casanova está dividida en dos. Los que bajan y suben por las escaleras y los que no. Este peculiar caso esconde diferencias vecinales. Un vecino que tiene llave del ascensor explica que «hace unos diez años» que la casa cuenta con elevador. «Cuando se planteó instalarlo, varios se opusieron tajantemente, pero nos enteramos de que servía con que tres quintas partes de la asamblea lo aprobasen, siempre y cuando los que no quisieran no presentasen recurso contra esta decisión en seis meses». Lo hicieron. Hubo reclamación, se fueron al Ayuntamiento a protestar, pero ya fuera de plazo, según este vecino. Así que el elevador se instaló para calidad de vida de los residentes en los pisos más altos, que eran los que más lo precisaban por motivos de salud.

Tener una llave más en el bolsillo no supone un problema de peso. Pero el sistema sí resulta algo engorroso cuando llegan las visitas: el vecino tiene que salir al rellano, llamar al ascensor y enviárselo al portal al que aguarda abajo. En principio, el elevador daba servicio a ocho pisos. Una vez en activo, se sumaron más.