«Lloró la muerte de mi madre y me mimó y cuidó como a un hijo»

Alberto Mahía A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

MARCOS MÍGUEZ

El boxer del presidente de la asociación de vecinos de los Castros-Oza-Gaiteira cumplió 13 años

13 abr 2019 . Actualizado a las 11:51 h.

Paulo Sexto, presidente de la asociación de vecinos de los Castros-Oza-Gaiteira patea el barrio todos los días por lo que puede faltar o sobrar. Junto a él va siempre Quin, un boxer que llegó a la vida del dirigente vecinal un día como hoy de hace 13 años. Desde entonces se han hecho inseparables. Nadie se imagina a uno sin el otro.

Sexto cuenta que Quin nació en Vigo y que con apenas dos meses, coincidiendo un derbi que el Celta vino a jugar a Riazor, se lo trajeron. Pero «pronto se hizo del Dépor», presume el presidente vecinal, que quiere dejar muy claro que ya es más coruñés que pasear por los Cantones.

¿Por qué un bóxer? «Yo ya tenía uno que se llamaba Baco. Pero me lo envenenaron. Tenía 9 meses y entonces en el barrio había un desalmado que llenaba los parques de químicos y salchichas con alfileres dentro. Su muerte la sentí muchísimo y quise tener otro de esa raza porque aquel cachorro me ganó en muy pocos días», recuerda Paulo Sexto.

Y ¿cómo es Quin? «Es, sobre todo, leal y noble. Para este perro lo más importante en la vida soy yo, no él. Se desvive. Cuando me ve triste o enfadado por algo, lo siente y me hace mimos. Sabe como sacarme una sonrisa y animarme», dice. Quin estuvo ahí cuando, el año pasado, la madre de Sexto falleció. Recuerda aquellos días como los peores de su vida: «Si no fuera por Quin no sé qué habría sido de mí».

Relata que la mascota sintió como él la muerte de su madre. «Iba a su habitación a cada momento y se quedaba mirando minutos a la cama vacía. Como si esperara a que regresara. Y al verme tan triste y abatido, no se separaba de mí, me mimó y cuidó como a se cuida y mima a un hijo».

Quin es «uno más en la familia». A Paulo Sexto no deja de sorprenderle todos los días. «Es increíble», cuenta, «como me recibe. Aunque lo deje solo 15 minutos, cuando vuelvo se pone tan contento y feliz que parece que me esperara desde hace 30 años». Eso sí, cuando hace alguna trastada, que no hace muchas, «se hace el loco. Le falta silbar para arriba». Otra de sus virtudes es la de protector con los niños. «Le encantan. Y ya le pueden tirar de las orejas o, incluso, quitarle la comida de la boca. Él solo quiere jugar con ellos».

Quin ya es muy mayor para su raza. «Camina lento y es más tozudo que antes. Será que los viejos nos volvemos cabezotas. El otro día se empeñó en que no quería ir al veterinario y para que caminara 20 metros peleé con él más de media hora». Sexto pelearía con él una vida entera.