Una familia de diez plantas

Alberto Mahía A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

MARCOS MÍGUEZ

El matrimonio que dejó Monte Alto para ir a una residencia recibirá un homenaje

28 mar 2019 . Actualizado a las 09:39 h.

En el número 16 de la ronda de Monte Alto caen las lágrimas por las ventanas. Sus vecinos no superan la marcha de Jesús y Aurora, que los tuvieron 42 años con ellos y ahora se les fueron a una residencia. Parece un cuento, pero no lo es.

En un mundo en el que a muchos les cuesta dar los buenos días en el ascensor, en este inmueble se los dan con un abrazo y cuando uno parte lo lloran como a un padre. Costumbres de otras épocas que ahora sorprenden. Son cerca de 40 y se llevan tan bien que parece que nacieran en la misma cuna. Aunque para ellos sea algo normal, para el resto es un milagro y el pasado domingo se hizo noticia. Lo escribió en las páginas de La Voz el periodista Rodri García en un artículo titulado Una emotiva despedida en Monte Alto. Ahí contaba cómo Jesús fue puerta a puerta despidiéndose, uno a uno, de todos los que fueron sus vecinos en los últimos 42 años. Y con todos se abrazó a llorar. Incluso algunos, los más jóvenes, esos que apenas llevan unos años en el inmueble, que ni siquiera lo conocían, se emocionaron como niños al ver algo tan extraordinario. Esto le pasó a Graciela: «Sonó el timbre, abrí la puerta, me encontré al señor con su andador y con una sonrisa me dijo que se iba a una residencia, que se quería despedir de mí. Me emocionó tanto que nos dimos un abrazo de dos minutos y lloramos juntos. Y eso que apenas nos conocíamos, pues solo llevo un año en el edificio».

Jesús, de 94 años, y su esposa Aurora, que aparte de una bonita historia de vecindad tienen una mejor historia de amor, se vieron obligados a dejar su casa para mudarse a una residencia. Él ya no puede cuidarla como lo hizo hasta hace poco. Lo contó una de sus vecinas en las redes sociales y desde entonces la gente que pasa frente al edificio lo mira con envidia. Los vecinos han hablado y quieren hacerles un regalo. Isabel tiene una fotografía gigante de la torre de Hércules, que es lo que veían Jesús y Aurora desde la ventana de su habitación, y se la quieren hacer llegar para colgarla en la residencia. Quieren ir a entregársela todos juntos. «Porque aunque ya no vivan aquí, el contacto lo mantendremos hasta que Dios nos lo permita», dice Amalia.

De Jesús y Aurora todos hablan maravillas. Soledad Mourelo, que este miércoles en el portal lloraba al recordarlos, dice que «son unos seres humanos de los que ya no hay. Estaban siempre ahí para lo que uno necesitara. Siempre con una sonrisa. Para ellos, lo importante era sentirse en el edificio como en la familia».

Un ejemplo

Jesús Pérez, vecino puerta con puerta, los pone de ejemplo para explicar cómo es el inmueble en el que vive desde hace 48 años. Afirma orgulloso que «es el edificio más maravilloso que existe. Aquí somos como una familia. Nadie discute con nadie. Tendría que venir a una reunión de la comunidad para ver cómo es. Parece un encuentro entre amigos. Recuerdo que Jesús, cuando le costaba ya moverse, me decía que fuera yo y que votase lo que a mí me pareciera». Monchi Pita recuerda que Jesús bajaba siempre a hacer la compra para luego cocinarle a su mujer. «No quería que le ayudásemos con las bolsas. Es tan bueno que por no molestar se dejaba el alma», destaca.