José Antonio Saavedra: «Agota más un día de quirófano que un maratón»

Pablo PORTABALES

A CORUÑA CIUDAD

MARCOS MÍGUEZ

Considera que «los microchips retinianos y los ojos biónicos se harán cada vez más útiles»

04 feb 2019 . Actualizado a las 08:23 h.

Quedamos en el Playa Club. Cerca del Belén, donde acaba de realizar una intervención quirúrgica, y al lado del paseo marítimo, donde entrena a menudo. «Agota más un día de quirófano que un maratón. Es más exigente operar que correr, que es algo lúdico», comenta el oftalmólogo José Antonio Saavedra Pazos. Habla con sencillez y claridad de su vida y de su trabajo. Le brillan los ojos cuando cita a su mujer. «Ella es un puntal», dice. Y cuando habla de sus hijos: «Tengo mucha suerte. En realidad soy afortunado con la gente que me encontré a lo largo de mi carrera y en mi vida», afirma. Nació en Venezuela, que ahora está de permanente actualidad. Hasta los 9 años residió en el país donde sus padres habían emigrado en los cincuenta. «Toda la familia es de la zona de Mugardos. Mi madre de Franza y mi padre, de San Juan de Piñeiro», apunta José Antonio, que acaba de cumplir los 53. Pasó su infancia y juventud entre los Maristas de A Coruña y Madrid. «Mi hermana mayor es médico y de adolescente ya tenía claro que quería ejercer la medicina», recuerda. La saga continúa porque sus dos hijas pequeñas, de 21 y 19 años, estudian la misma carrera en Madrid. El mayor, de 24, es ingeniero aeronáutico.

Entre ojos

En el 2002 montó el Centro de Ojos de A Coruña junto con el doctor Méndez. «Nos complementamos. No tenemos las mismas aficiones y nuestras manera de ser son diferentes, pero coincidimos en la manera de entender la Oftalmología», destaca. En la actualidad, trabajan en este centro una treintena de personas. «En la reunión de Navidad te das cuenta de la cantidad de gente de la que eres responsable», comenta este profesional que opera en el San Rafael y en el Belén y que también es oftalmólogo de la ONCE. «Había más ciegos totales hace 30 años que ahora. Lo más duro es cuando no puedes hacer algo más para que una persona recupere la visión. Cada vez hay más gente mayor, de 80 años para arriba, que quiere ver bien», destaca José Antonio antes de apuntar que «los microchips retinianos y los ojos biónicos también se harán cada vez más útiles. Esto permitirá quizás erradicar casi la ceguera total en muchísimos casos. No estamos tan lejos, quizás en 20 o 30 años».

Recuerda sus años de formación en el hospital de Valladolid, donde decidió hacer la especialidad. «Tiene la parte médica y la quirúrgica. En el quirófano estás tú con el ojo. En la consulta el paciente te traslada sus problemas. Ese contacto me gusta», analiza. De tierras pucelanas viajó a Verín, donde se acababa de inaugurar un nuevo hospital comarcal. «Estaba todo por hacer, me ayudó a desfogarme», rememora. Dos años después llegó a Ferrol, donde tiene la plaza, ahora en excedencia. En 1997 abrió su primera consulta en A Coruña, al lado del centro comercial Cuatro Caminos, que después fusionó con la de Méndez. Y en el 2010 empezó a correr «de manera reglada. No tengo cuerpo de deportista, pero sí cabeza. Sé cuales son mis limitaciones», asegura José Antonio, que es asmático y que antes de Navidad paró el crono en 3 horas 23 minutos en el maratón de Valencia. Su récord.

Los seis «majors»

«El maratón es una metáfora de la vida. Hace falta ser realista, que es ir a tu ritmo. Correr de manera adecuada. Hay que ser humilde, aunque hayas corrido un montón de carreras no puedes ir de campeón», sentencia. A sus 53 años puede presumir de haber terminado los seis majors: Nueva York, Londres, Berlín, Boston, Tokio y Chicago. «También corrí en Camboya y Birmania», añade. Forma parte del equipo de veteranos Runaways que lidera Bernardo, el de La Leonesa. Dice que se alimenta de manera equilibrada, pero se toma sus cañas con los amigos. «El doctor Viso me daría el visto bueno». Se declara constante y tozudo. «Sin esfuerzo no se consigue nada», dice. Le gusta Queen, Springsteen... «Siempre pongo música de fondo cuando opero», confiesa sin perder nunca su gesto amable.