Nombres desconcertantes de locales: cafés en la farmacia y cine en Hacienda

Rodri GArcía A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

Marcos Míguez

La botica de la calle Real reconvertida en cafetería aumenta los locales con nombres desconcertantes

02 feb 2019 . Actualizado a las 18:11 h.

En la Farmacia Europea despachan cafés, copas o lo que se tercie sin necesidad de receta médica. El Cine París está lleno de prendas de vestir exhibidas hasta en el lugar donde debería colgar el cartel anunciador de los estrenos y el horario de sesiones. Donde sí proyectan películas es en la Delegación de Hacienda, el achacoso edificio de Durán Loriga que sigue conservando ese nombre y en estas últimas semanas ha sido sometido a una reparación; en este inmueble parece mantenerse aquello de «Hacienda somos todos» porque no solo hay sesiones de cine en el CGAI sino que también se puede pedir prestado un libro, infantil o vinculado con la historia y personajes de la ciudad, además de poder escuchar una conferencia médica o interesarse por los fondos e investigaciones del instituto José Cornide o de la centenaria historia de la Asociación de la Prensa.

Y es que el número de edificios y locales de A Coruña que lucen nombres desconcertantes va en aumento. Una de las últimas incorporaciones ha sido la Farmacia Europea López Abente, del número 63 de la calle Real. El nombre sigue destacando en la fachada pero en el interior hay una cafetería cuyo nombre es Real 63. La botica sigue funcionando pero en el número 54 de la calle Orillamar, a donde se trasladó hace más de una década, mientras que en el local reconvertido se mantiene la cristalera protegida por Patrimonio a través de la que se puede ver a los clientes con sus cafés.

Uno de los nombres engañosos más veteranos es el Instituto Masculino. Esto dice el letrero que ocupa la fachada del edificio proyectado en los años 40 del siglo pasado por Eusebio Sánchez y cuya construcción dirigieron los arquitectos Estellés y Tenreiro, los mismos del Banco Pastor.

M.R.

A pesar de que hace más de un cuarto de siglo que dejó de ser masculino y estudian mujeres en el centro, allí sigue el nombre, con otro más pequeño sobre la puerta de entrada que dice: Instituto de Educación Secundaria Salvador de Madariaga. Claro que cuando se inauguró, el 23 de septiembre de 1947, «el centro llevó el nombre del ministro de Educación Nacional, Ibáñez Martín, y después fue bautizado como Salvador de Madariaga, su nombre actual, aunque siempre ha sido conocido como ‘el Masculino’», escribía en este diario Rubén Ventureira cuando el centro cumplió seis décadas.

En los últimos años varios escritos dirigidos a la Consellería de Educación han pedido la retirada del letrero Instituto Masculino, una iniciativa promovida por algunas de aquellas primeras mujeres que empezaron a estudiar allí a comienzos de la década de los ochenta. En el caso del conocido popularmente como Instituto Femenino, en la plaza de Pontevedra, el letrero nunca fue engañoso, ya que es el nombre de Eusebio da Guarda, su impulsor.

Un ejemplo clásico de edificio destinado a un fin distinto del que dice su nombre es la Fábrica de Tabacos, ahora sede judicial, aunque con un hueco en su interior para Emilia Pardo Bazón, creadora del nombre literario de la ciudad, Marineda, que ahora es un centro comercial.

Nombres que van del rotundo «Con dos fogones» al lírico «El hacedor de charlas»

Hay nombres de locales que auguran prometedores espacios aunque luego eso no es suficiente y, por las razones que sean, no acaban contando con la aceptación del público y echan el cierre. Es el caso de El paladar de Dulzaides, un restaurante cubano que funcionó en la calle Falperra pero que ahora lleva años cerrado, aunque allí sigue su cartel. Algo similar ocurrió en la Cuesta de la Unión con un local de lírico nombre, El hacedor de charlas, algo en lo que son expertos muchos de los que trabajan en hostelería. Ese era el intento: contar con un lugar de encuentro, de construcción de conversaciones entre gentes habitualmente empantalladas. También echó el cierre, si bien ahí sigue colgado el sugerente cartel, quizá esperando una segunda oportunidad. 

A escasa distancia, en el 1 de Pla y Cancela, está la cafetería Rivoli, cuyo nombre puede no ser muy llamativo pero sí lo es una conversación pintada en su fachada: «Y a ti, ¿cómo te gusta el café?...». «Contigo». A dicha bebida alude, con veneración, el curioso nombre de un bar de Rodrigo A. de Santiago, en el Ventorrillo, el Bendito café. El local, que también da de tapear y comer, cuenta con una clientela que en las redes sociales lo valora prácticamente con la nota máxima.

Otro lugar para comer es la cafetería que está a escasos metros de la rotonda de Agrela, en el 5 de la calle Severo Ochoa, y que tiene un nombre rotundo: Con dos fogones. Cada quien que lo interprete como considere acertado, pero es también elogiado en las redes. Son solo algunos locales de nombres curiosos. Sin duda hay más, que para eso está O que faltaba, que es cafetería en Arteixo y restaurante en Betanzos.