Adiós a María de la O Salazar de la Iglesia, una adelantada a su tiempo e icono del deportivismo

Orestes Suárez NIETO ORGULLOSO

A CORUÑA CIUDAD

Su nieto Orestes Suárez le dedica unas palabras tras su fallecimiento el pasado 27 de enero

01 feb 2019 . Actualizado a las 12:54 h.

Más de un siglo de pasión por la vida. María, como su madre Felisa, se cría en el Madrid más castizo. Tras los años de infancia entre Águilas y el Moguer de Juan Ramón Jiménez -amigo de la familia y presente en el recuerdo de María-, destinan al norte a su padre Manuel. La renuncia de este a los favores de la aristocracia por el amor de una plebeya constituye la mayor enseñanza de vida de María y su hermana Katty.

A sus 14 años, María se instala en A Coruña, la ciudad en la que ahora es historia. Aguda y hermosa, como la pinta Guzmán de Rojas aún adolescente, las crónicas cuentan que es la primera mujer en ir sola al cine y en andar sin medias por la calle. Con 20 años se casa con el que será el amor de su vida, Luís Antón (?1983), jefe de protocolo del Ayuntamiento, al que conoce en los bailes de sociedad de la época. Sus hijos Dámaso (Chicho), Casilda, Aida (Cocó) y Ana la acompañan hasta el final, junto a sus sobrinas de Madrid y Sevilla, Mary y Suchy, y sus nietos de Coruña, Bilbao, Berlín y Bruselas.

En los últimos tiempos recuerda los días felices de su Librería Avenida, centro de encuentro de lo más granado de la ciudad. Más tarde se convierte en popular personaje del barrio de Cuatro Caminos, por las largas horas de vivencias en sus calles y junto a sus amigos de la Farmacia Castro. Entre su infinito repertorio de anécdotas se cuentan los episodios del punky con quien da de comer a las palomas, los toxicómanos a los que separa en una reyerta o el hijo de la presidiaria que acude a su puerta en busca de ayuda. Todos vuelven con flores en señal de agradecimiento y afecto.

Antimadridista furibunda, quizá con algo de rabia conversa, su consagración como icono herculino la alcanza como imagen de una popular campaña de captación de socios del Deportivo; aunque siempre tendrá debilidad por su vecino de la Casa Rey, Paco Vázquez.

Su afición por el fútbol y el bingo se complementa con una agitada agenda cultural: música, teatro y cine redondean sus jornadas de misas en los Redentoristas y la Orden Tercera y descafeinados en el Remanso y el Plaza. También conferencias como la del experto en nutrición que, tras relatar las bondades de una dieta equilibrada, conoce a la mujer que desde hace más de 30 años solo come natillas, fruta y flanes, chocolate y tocinillos de cielo.

Mientras le acompañan las fuerzas -hasta no hace mucho-, conserva su total independencia. Muere en paz, en su casa de su larga vida coruñesa, sin dolor, tras recibir los santos sacramentos. Ahora, desde San Amaro, estará diciendo aquello de «esta vida es un tarán... ya lo decía Marcelino el del Cantón».