El Kiosco Alfonso, único y mudo testigo de la «belle époque» coruñesa

PEDRO FEAL Veira

A CORUÑA CIUDAD

ALBERTO MARTI VILLARDEFRANCOS

Es la última de estas singulares construcciones modernistas que sigue en pie en el Relleno

12 ene 2019 . Actualizado a las 13:00 h.

A principios del siglo XX los jardines del Relleno coruñés bullían de animación. En ese nuevo espacio, creado a finales del siglo anterior gracias al terreno ganado al mar que su nombre indica, se daban cita los habitantes de la ciudad para pasear, encontrarse y divertirse. Eran los años de la llamada belle époque y proliferaban las atracciones feriales y los recintos dedicados al ocio. Entre estos destacaron pronto los kioscos, que en número no inferior a diez o doce eran en un principio sencillos chiringuitos («aguaduchos» se les llamaba entonces) de reducidas dimensiones construidos en madera y donde se expedían refrescos y bebidas en general.

Sin embargo, la creciente prosperidad de estos negocios animó a sus dueños a ampliarlos y a perfeccionarlos cada vez más. Fue precisamente el kiosco de Alfonso Vázquez el primero en obtener del Ayuntamiento, en 1906, autorización para crecer cubriendo una superficie de casi cincuenta metros cuadrados que incluía un espacio exterior o terraza protegida por toldos apoyados en ligeras columnas de hierro. En 1909 consiguió, además, permiso para cerrar el perímetro con vidrieras portátiles para los días de mal tiempo. Pero fue en 1912 cuando se emprendió la construcción del edificio que ahora conocemos, promovida por el mismo Alfonso y realizada por el arquitecto Rafael González Villar. Se trataba originalmente de un inmueble rectangular de 5 metros de ancho por 46 de largo, de estilo modernista con ventanales enmarcados en forjados de hierro fabricados en la fundición coruñesa Wonenburger, y cuya finalidad seguía siendo la de ofrecer servicio de cafetería y restaurante.

Vecino de La Terraza

Casi al mismo tiempo, los kioscos situados a izquierda y derecha del Alfonso emprendieron sus propias reformas dando lugar, respectivamente al Salón Cinema Coruña (ya desaparecido, situado en el espacio ocupado por el Hotel Atlántico) y al edificio conocido como La Terraza que hoy se encuentra en Sada. Todos ellos fueron inaugurados entre 1912 y 1913, cuando todavía se vivía en Europa el esplendor de aquella belle époque que precedió a la Gran Guerra; y de todos, el único que aún permanece en el Relleno es el Kiosco Alfonso, mudo testigo de esa época.

Tras estos inicios el edificio conoció diversas reformas y cambios de uso. En 1926, la corporación municipal autorizó un incremento de 5 metros en la anchura del edificio, y en 1929 se le otorgó licencia para extender su uso a exposiciones, banquetes, bailes y cine.

Sala de cine

En 1931 se cubrió la terraza exterior de la primera planta y en 1934 se llevó a cabo la adaptación de esa misma planta superior para su utilización permanente como sala de cine. Esta precisamente sería la función más estable y proverbial del Kiosco Alfonso para varias generaciones de coruñeses; con la peculiaridad añadida de tener la pantalla en el centro, con dos espacios opuestos a cada lado y con distintos precios: los que pagaban la entrada más cara veían la película de modo normal, con sus imágenes y títulos «al derecho», los que pagaban la más barata lo hacían «al revés», desde el otro lado de la pantalla

El deterioro del edificio tanto exterior como interiormente era palpable los últimos años que ejerció como cine, antes de ser reformado por última vez en 1982 con un proyecto de Xosé Manuel Casabella que, respetando en lo esencial su factura original, permitió su reflotamiento como sala de exposiciones municipal, función que sigue realizando ahora.

El Kiosco Alfonso es, pues, una construcción singular y emblemática, reconocida como bien de interés cultural, que simboliza y testimonia una época irrepetible de la ciudad de A Coruña y del mundo. Y es, además, el único de aquellos edificios modernistas originales que permanece aún en pie en el Relleno coruñés. De ahí la importancia de su cuidado y conservación como pieza insustituible de nuestro patrimonio urbano.