«Elegí vivir en la calle, si tengo frío me tapo y no quiero ayuda de nadie»

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Alberto Mahía

Una mujer que duerme a la intemperie en los bajos del Millennium rechaza todo tipo de asistencia

08 dic 2018 . Actualizado a las 12:32 h.

Cuando uno toca fondo se acostumbra a cualquier cosa por muy dolorosa que sea. Uno se hace incluso a dormir en la calle y no tener más hacienda que lo que cabe en una bolsa de plástico. «Solo lloras el primer día, el resto es como si lo hicieras en la cama de un hotel». Lo dice María -nombre ficticio, pues prefiere mantenerse en el anonimato-, y en eso coincide con el resto de Marías que un día, por haches o por bes, se vieron en la calle. Sin nada ni nadie.

Esta María duerme todos los días a la intemperie desde hace varias semanas. En los bajos del Millennium. No hay peor sitio que ese en toda la ciudad para pasar una noche de invierno. Porque cuando hay temporal rompen las olas en su colchón de espuma y el frío húmedo cala los huesos. Pero a María no le importa lo más mínimo. 

Sin asistencia

Este miércoles se levantó a las 11 de la mañana. Durmió 10 horas del tirón. Tiene muy buen despertar, pues nada más abrir los ojos tenía un periodista enfrente y le sonrió. Dijo que a ella le hubiese encantado trabajar en un periódico, que le gusta mucho preguntar cosas. «Mucho más que responder», advirtió. Mentira. En cuanto empezó a hablar ya no paró. Mientras doblaba las cuatro o cinco mantas que le dan abrigo durante la noche, contó que no le gusta salir en los medios de comunicación, que eligió esa vida, que cuando tiene frío se tapa y solo pide que la gente la respete. Hasta ayer, ninguna oenegé o miembros del equipo de Servicios Sociais municipales pasaron por ahí para convencerla de que ingresara en un refugio. Ella cree que no la «molestan» porque ahí donde duerme nadie la ve. Y si un día la encuentran, negará cualquier tipo de ayuda. «Aquí estoy bien y, si mañana me aburro de este sitio, me voy a otro. Lo único que quiero es que me respeten», zanja.

Por mucho que uno intente convencerla de que ese no es lugar seguro, decirle que el frío y los temporales en esta época del año pueden hasta poner en riesgo su vida, María no se baja del carro. «Soy tozuda», admite.

Siendo los bajos del Millennium un lugar muy utilizado por indigentes desde que en el 2000 se inauguró y un temporal se llevó toda la cafetería que estaba planificada bajo el monumento, en estas fechas solo está ella. Desde que el año pasado el Ayuntamiento decidió tapiar con gruesas vigas los accesos al interior, nadie volvió a pasar la noche en el lugar. Solo María se atrevió a dormir en una esquina completamente abierta al mar, al frío y al viento

«Algunos» años en la calle

¿Tiene miedo? En un lugar que impone respeto incluso durante el día, María no parece tenerle miedo a nada. Dice que nunca vio peligro, que cuando se echa a dormir no se entera de lo que le rodea. Lo peor de ser indigente «es la primera noche». Esa la pasó llorando. Fue hace algunos años -no recuerda cuántos- y dice que ya se acostumbró a esta vida, «sin tener que dar explicaciones a nadie, ni molestar a nadie».

De la Navidad, mejor no hablar. Y si lo hace, solo de las luces, que «son muy bonitas y la ciudad se pone muy chula por la noche». En cuanto a cenas familiares, regalos o montar un belén, silencio.

Un año para convencer a Mercedes de que se marchase a un refugio

Mercedes, aquella mujer que vivía bajo decenas de paraguas frente a las Esclavas, en Riazor, vive desde marzo en la residencia benéfica de Padre Rubinos. Tras pasar cerca de un año en la calle, a la intemperie, rechazando todo tipo de asistencia y negándose a ir a un refugio, finalmente lo aceptó y se aclimató al nuevo hogar. Tiene 58 años y se encuentra en perfecto estado. Las autoridades intentaron durante cerca de un año convencerla. Las leyes impiden obligar a cualquiera a abandonar la calle.