El heraldo del frío

Antonio Sandoval Rey

A CORUÑA CIUDAD

ANTONIO SANDOVAL

La llegada del zorzal alirrojo anuncia la segunda mitad del otoño

03 nov 2018 . Actualizado a las 10:50 h.

Llevo tanto rato zarandeado por el viento helador del norte que ya no sé cuáles de mis sacudidas se deben a su vapuleo y cuáles a mis escalofríos. A lo lejos, sobre el horizonte oceánico, el cielo comienza a oscurecerse de nuevo. Viene por allí el enésimo chubasco de granizo del día. Pero aún tardará un rato en llegar. Mientras tanto, se ha abierto una gran ventana entre las nubes en fuga. El sol se cuela por ella para iluminar las blancas crestas de las olas, que bailan frenéticas.

Me he calado bien el gorro. Y los guantes. Estoy prácticamente solo aquí en el monte de San Pedro. De hecho, mi única compañía en este momento es un zorzal alirrojo.

Aprieto con fuerza los prismáticos contra las cuencas de mis ojos y lo observo mientras va y viene por la hierba buscando alimento. Aguardo que abra las alas para mostrarme esas vistosas plumas castañas, color bosque otoñal, que oculta bajo ellas. La ancha ceja blanca que luce sobre los ojos imprime a su gesto un porte curioso, como si a cada paso se asombrara de cuanto va encontrando.

De muy al norte

Recuerdo lo comunes que son los de su especie en torno al círculo polar ártico. En muchas poblaciones de Finlandia, por ejemplo, los he encontrado ocupando el lugar que aquí se reservan los mirlos. Acaso este que tengo ante mí haya pasado los meses más cálidos en cualquier parque escandinavo y, a su manera, sea un experto en jardinería.

También lo es en el arte de la huida a tiempo. En cuanto los primeros fríos se anuncian allá en el norte, los zorzales alirrojos hacen las maletas y se vienen a estas latitudes. Sus áreas de cría más próximas están en la zona de Islandia, Escandinavia, los países Bálticos y Rusia. También hay algunas poblaciones en Escocia.

En bandadas

No pierdo de vista la granizada, que se aproxima veloz, para que no me pille de improviso. Al mismo tiempo, busco a mi alrededor más zorzales alirrojos. Lo habitual es ver más de uno, pues suelen aparecer en bandadas. Pero no veo ninguno más.

Hace muchos años, a mediados de enero, una ola de frío polar tremenda obligó a miles de zorzales alirrojos a escapar del norte hacia aquí sin tiempo para hacer antes acopio de combustible. Aquellos días las playas de Orzán y Riazor amanecieron cubiertas de los cuerpos sin vida de muchos de ellos. Incapaces de alcanzar tierra, habían perecido no demasiado lejos de esta costa. Las olas, como en un ejercicio de piedad póstuma, los habían llevado hasta el destino que no pudieron alcanzar en vida.

El zorzal levanta la cabeza, como si barruntara algo. Abre las alas, me muestra sus plumas color ladrillo, se sube a una ráfaga de aire y desaparece como un rayo hacia los setos.

Un golpe de viento me empuja con más fuerza hacia atrás. Las olas ya no brillan. De hecho, ya ni se ven. El granizo ya está aquí. También yo escapo, en busca de refugio.

El más pequeño

El alirrojo es el más pequeño de los zorzales que tenemos en Galicia. Igual que el real, nos visita en invierno. En cuanto al zorzal común y el charlo, son residentes en esta comunidad.

Breves visitas

En la ciudad, los alirrojos nos hacen unas visitas muy breves con motivo de sus viajes. Para pasar el invierno prefieren, sobre todo, los bosques con abundancia de frutos de acebo y espino, así como la campiña.