Tres siglos a vueltas con el uso del litoral de la ciudad

Eduardo Eiroa Millares
E. Eiroa A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Valentín Mendía

En 1723 ya hubo un intento de urbanización que no se llevó a cabo por desproporcionado

10 sep 2018 . Actualizado a las 22:35 h.

El debate sobre qué hacer con los terrenos portuarios o aquellos ganados al mar en A Coruña no es nuevo. Desde el siglo XVIII se ha repetido con regularidad con enfrentamientos habituales entre el ministerio y el Ayuntamiento, no siempre coincidentes en cuanto a qué destinar el suelo en desuso y con debates frecuentes sobre las plusvalías de las ventas y el carácter público. 

San Diego y la pescadería

El plan de Montaigu. El debate actual sobre la conveniencia o no de una urbanización residencial intensiva en los muelles de San Diego parece una copia de lo ocurrido a principios del XVIII también a costa de un relleno ganado al mar. En 1723 Montaigu diseña en el frente de Pescadería un desarrollo residencial en manzanas que llegaría a la misma línea de la costa. Proporcionalmente aquello era mucho más impactante que lo pretendido en San Diego: suponía casi multiplicar por dos la ciudad. Fue desestimado, precisamente porque entonces se entendió que aquella era una propuesta desproporcionada. 

Nuevas diferencias

Más vueltas en 1870. Las zonas ganadas al mar en la ciudad y que dejaban de tener uso portuario sirvieron para que se repitieran grescas entre consistorio y ministerio. Desde 1861, según la obra de Acinas El puerto es un proyecto permanente, las tensiones fueron algo constante por la posible urbanización y el cobro de plusvalías del suelo de malecones fuera de uso. En 1870 el Ayuntamiento realizó un último intento de levantar bloques de viviendas en el frente marítimo del Cantón. No lo consiguió. La lucha por el escaso suelo entre puerto y ciudad se intensificó después del derribo de las murallas en la segunda mitad del XIX. A Coruña estaba en constante crecimiento. 

Más puerto

Ampliaciones constantes. El puerto vivió una expansión continua desde el siglo XX, ganando terrenos constantemente al mar para su desarrollo. En la actualidad hay colectivos y partidos que reclaman la «devolución» del suelo portuario a la ciudadanía, pero realmente el término no es el más apropiado para buena parte de los muelles de los que se habla. Batería se ganó al mar como también Calvo Sotelo, este último en los años 30. El muelle petrolero se haría más tarde, en los 60, y ya a finales de siglo se abriría la amplia superficie del muelle del Centenario, todos ellos con grandes inversiones estatales. El dique de abrigo y los nuevos muelles pesqueros de Oza son también parcelas ganadas al mar, como lo fueron en su día el malecón frente a la Palloza y la Marina. 

Primera contracción

Palexco y el uso ciudadano. La Marina y el Parrote fueron las primeras zonas portuarias -todavía son de titularidad del Puerto- abiertas a la ciudadanía por quedar sin uso industrial. Ya en el siglo XXI otros espacios quedarían igualmente sin uso portuario, lo que daría lugar a acuerdos para su apertura a la ciudadanía. La vieja Estación Marítima era un ejemplo de uso ciudadano. Cayó y se levantó en su lugar Palexco y el centro comercial Cantones Village, hoy espacio destinado a uso hostelero. Con el cambio de siglo desaparecen estampas clásicas de la ciudad, como la Dársena con sus carros varaderos. Es el tiempo de apertura del paseo marítimo y de la reconversión de la zona portuaria más cercana a María Pita. El centro se dedica al ocio y los servicios y el puerto sigue esa línea, con paseos y, en todo caso, espacio para embarcaciones deportivas. 

Cogerlo todo

Langosteira. Con los cambios en la zona de la Marina surgieron los sueños sobre todo el litoral coruñés. ¿Por qué contentarse con abrir una parte a la ciudad cuando se puede ocupar todo? En enero del 2002 el consejo de administración de la Autoridad Portuaria aprobaba sacar a subasta el Finisterre y La Solana. Se argumentaba entonces que los fondos obtenidos con esas ventas se dedicarían a la construcción de un puerto exterior, aquel pensado para sustituir a los muelles interiores, llevándose la actividad industrial a otro lado y permitiendo que la ciudad se extendiera hasta la línea del agua. Faltaban diez meses para que se hundiera el Prestige con todo lo que vendría después. La subasta no se celebró, pero la semilla estaba puesta. La seguridad, sobre todo con el historial de la ciudad de catástrofes ecológicas -con el Urquiola y el Mar Egeo entre las más célebres- estaba ya detrás del interés en llevarse las actividades peligrosas de la ría, pero de paso se veía también un cambio radical en la configuración urbana de una ciudad separada en gran parte del mar por la muralla del puerto. 

Los convenios del 2004

A pagar. Como en todas las grandes obras, el problema estaba en lograr la financiación para construir un nuevo puerto. El Estado no iba a pagarlo y la ciudad -entonces gobernaba el PSOE- negoció la fórmula que ahora se quiere eliminar: una parte de la obra se haría a crédito y este se pagaría con el dinero de la venta de los muelles interiores. Ahí se sembró el germen de la guerra actual en A Coruña.

Más de 600.000 metros cuadrados de nueva tierra donde solo había agua

La historia del puerto, desde el siglo XIX, es una historia de expansión, de búsqueda de terrenos donde no los hay. Solo en el siglo XX se le ganaron más de 600.000 metros cuadrados al mar para construir nuevos muelles y zonas de atraque. Solo el Centenario, medusa incluida, suma cerca de diez hectáreas, por otras diez del petrolero y otras tantas de los muelles pesqueros de Oza. Batería, la Palloza, Calvo Sotelo y Trasatlánticos también fueron agua, como lo fueron antes otros suelos fuera del puerto, entre ellos los jardines de Méndez Núñez, ganados como espacio público. Ya antes la Marina y el Parrote fueron también terrenos de relleno, al igual que las instalaciones deportivas que salpican el litoral portuario. Una buena parte de ese suelo se quedará sin uso.