Álvaro Gantes: «Mi mujer pasa más tiempo con su jefe que conmigo»

A CORUÑA CIUDAD

Alina Espiño

El cocinero de O Lagar da Estrella se casa el 29 con Iria Espinosa, la mano derecha de Luis Veira

02 sep 2018 . Actualizado a las 08:43 h.

Llega a la cita en patinete eléctrico. Se le ve encantado subido al aparato. «Me lo regaló Iria por mi cumpleaños el 17 de julio y es una maravilla. Me olvidé del coche», comenta Álvaro Gantes Gómez. Propietario y jefe de cocina de O Lagar da Estrella, me cuenta que los platos que más demandan los clientes son la caballa marinada y ahumada, la tosta de sardina con crema de queso y los huevos rotos con cigalas y trufa que recuperó de su paso por los fogones del Alborada.

A finales de este mes, el día 29, se casa con la que ha sido su novia la última década, Iria Espinosa, también jefa de cocina. Ella es la mano derecha (y la izquierda) de Luis Veira, chef coruñés con estrella Michelin. «Sus amigas dicen que cocino yo mejor. La verdad es que ella es mucho más fina que yo trabajando. Una máquina», analiza. Lo cierto es que se casan dos cocineros vanguardistas y la madre del novio mostró su preocupación. «No será una boda en la que nos iremos con hambre, ¿no?», le espetó la progenitora. «Habrá detalles de vanguardia, pero va a ser un banquete tradicional, con pulpo á feira, jamón, empanada y callos», avanza el novio. 

Un trío

Tiene 34. «Los llevo bien, pero el fin de semana me hicieron la despedida de soltero en Ibiza y todavía no estoy recuperado. En eso se nota que pasan los años», confiesa. Es de Elviña, un barrio cuna de cocineros. De ahí viene su primer contacto con Luis Veira, que era vecino y sus padres, amigos de los suyos. «Luis me consiguió el primer trabajo. Me llamó para ir al Alborada, que fue donde conocí a Iria... Somos casi un trío. En los momentos claves de nuestras vidas siempre ha estado. De hecho mi mujer pasa más tiempo son su jefe que conmigo», relata.

Le pregunto si en el futuro le gustaría montar un negocio con su pareja. «No creo. Ella va a estar al lado de Luis toda la vida. Son uña y carne», asume con sencillez. Estudió en el Salgado Torres y en el instituto de Elviña. «Era mal estudiante. Un bala perdida. Me apunté en la escuela de hostelería de Pontedeume y no sabía ni freír un huevo. Empecé siendo camarero», recuerda. Su primer trabajó fue en Casa Pendás de Narón. Después en el hotel Barceló de Matogrande, y de ahí al Gran Hotel de A Toxa. «Era el manzanillo. Limpia, pela, recoge, limpia, pela, recoge... Así todo el día. Fueron siete meses que me ayudaron a espabilar». Llegó entonces la primera etapa en el Alborada, como no, de la mano de Luis Veira. Ganó con Iria, a la que acababa de conocer, el campeonato gallego de cocineros del 2009. «Éramos unos niños», apunta. Me cuenta cuando llenaron el coche con todas sus pertenencias y se fueron a la aventura al País Vasco. «Vivíamos en una pensión de mala muerte. Tuvimos la suerte de que, a través de unos conocidos, nos ofrecieron abrir un local, Vinoteca Bernardina. Lo pusimos de moda. Le dimos de comer a Adriá, Berasategui, Arzak... Después empezó la morriña y volvimos. Iria regresó con Luis y yo, que ya me sentía cocinero, decidí abrir un local propio. Primero fue el Babel de Matogrande, que no cuajó, y ahora el Lagar, en el que llevamos tres años y medio muy felices. 

A Japón y Tailandia

Dice que en su casa de Monte Alto apenas cocinan. «Cuatro latas, dos cervezas y un limón es la nevera de un cocinero», apunta sonriente. Le vuelve loco la tortilla de su madre. «Sabe mejor la que haces en casa que la de cualquier restaurante». Con rapidez contesta que su principal virtud es la humildad y que su defecto más destacado es «que soy bastante maniático en el trabajo». La boda, como no podía ser de otra forma, la celebrarán en el Árbore da Veira del monte de San Pedro. Después se irán de luna de miel a Japón y Tailandia. «Me interesa su cultura y su gastronomía», comenta Álvaro, que reconoce que disfruta limpiando y cocinando pescado. «Creo que si no llego a dedicarme a esto hubiese sido DJ», confiesa antes de montarse en el patinete y salir a toda velocidad.