Jaime Domínguez Tenreiro, artista plástico

Felipe Peña TRIBUNA ABIERTA

A CORUÑA CIUDAD

Jaime Tenreiro
Jaime Tenreiro JAIME TENREIRO

16 ago 2018 . Actualizado a las 11:52 h.

Es muy difícil explicar la vida de un artista plástico que alcanza su madurez en los primeros años de este siglo. Su función antes era entender lo que pasaba en el mundo y reseñarlo, sin llegar a explicarlo del todo, trasladándolo con bellas figuraciones a la gente de la calle. Jaime Tenreiro era un hombre lúcido, decidido a hacer esa cruda destilación de figuras y colores para llegar a la imagen pintada. Pertenece a una generación que recupera la figura y tiene habilidades para descomponerla y llevarla hasta límites no alcanzados antes. Todos están fascinados y han experimentado con la abstracción, una pintura que algunos siguen practicando con bastante rigor, aunque no hay una línea divisoria ni ninguna zona de exclusión, y beben juntos por la noche en las mismas tabernas. Así surge La Galga y después Atlántica en 1980, probablemente en el bar El Patacón. Es un grupo muy variado en actitudes y temperamentos, incluso se incorporan arquitectos, se empiezan a hacer instalaciones, se elaboran piezas conceptuales, etcétera.

En los últimos tiempos las imágenes se licuan, se vuelven imprecisas. El artista plástico es ahora un canalizador de flujos, que contienen toda clase de ideas (ecología, género, etcétera), hacia un público amplio y escondido en los vericuetos de las redes. Tenreiro, con una cultura notable y un buen dominio de las técnicas, no abandona nunca el lienzo, en el que se manifiesta de manera cada vez más desinhibida, juega, ironiza, pule, incorpora desvanecidos, brillos, volúmenes, mitologías, propone fabulaciones y relatos. Su pintura era -en los últimos tiempos- la de alguien que no depende de ninguna opinión, de ningún halago exterior a sí mismo. De alguien que parece haber abandonado el mundo.

Jaime Tenreiro disponía de una formación buscada concienzudamente desde su abandono de los estudios de arquitecto, a los que se había acercado guiado por una tradición intensamente vivida, que empieza con su abuelo, Antonio Tenreiro, arquitecto del Banco Pastor de A Coruña en los años veinte y uno de los fundadores del Partido Galleguista, también por esas fechas, bajo el tejo centenario de la casa familiar de Pontedeume.

Del paso por los ambientes madrileños nunca olvidó las imágenes que circulaban por las escuelas después del 68 francés y su onda expansiva en el Madrid de los setenta: situacionistas, grupo Utopía, Superstudio, Lefebvre, Gaviria..., imágenes muy vivas para un cambio y una renovación estética, espacial y también urbana que impregnaban las escuelas de arquitectura. Tampoco se separó nunca de un buen uso del dibujo y de la mano activa como «órgano de pensamiento». Su cultura arquitectónica se mantuvo actualizada siempre como un reto personal que nos ofrecía con su pintura y sus conversaciones.

En la exposición del 2011, junto con Abelenda y Correa Corredoira, en las paredes de la Galería Monty4, prepararon unos enormes lienzos, profundos en el espacio y penetrantes en el tiempo, cargados de historias, mitos, anécdotas, unas piezas maestras de tres pintores apasionados por la arquitectura. En su última exposición, también en Monty4, con todas sus ambiciones expresivas y sus habilidades técnicas desplegadas, está el cuadro La demolición del edificio protegido, resumen de su distancia con la vida real, sobre la que ironiza abiertamente poblando los cuadros de figuras de leyenda y monstruos reinventados.

Una desaparición demasiado temprana la de Jaime Tenreiro, que hace un par de meses sufrió la de su amigo Fernando Rey (un artista secreto). Entonces nos dimos cuenta de que aún quedaban muchas cosas por hablar... y de que hay que buscar el tiempo para hacerlo, pero sin dejar de dibujar desesperadamente, como hacían ellos.