¿Cuántos convidados pueden ir a una boda?

Xosé Alfeirán

A CORUÑA CIUDAD

La boda campesina, obra del pintor holandés Bruegel, realizado en torno al año 1566
La boda campesina, obra del pintor holandés Bruegel, realizado en torno al año 1566

«Solo los parientes», ordenaron en 1493 los Reyes Católicos a sus vasallos en el reino de Galicia

09 jul 2018 . Actualizado a las 10:17 h.

Invitar. Esa es la usanza. A familiares, amigos y vecinos. Para compartir momentos de felicidad... Y todos esos actos van acompañados de banquetes y regalos. Cuanto más rumbosos, mejor. Una ostentación para poner de manifiesto ante la comunidad la casta y distinción de la familia protagonista de esas celebraciones, para destacar el rango y donaire de los individuos que a ellas asisten, para señalar y marcar jerarquías y diferencias sociales. Pero para alardear hay que gastar y obligar a gastar.

Las quejas llegaron a los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. En el reino de Galicia los caballeros, escuderos, fidalgos y labradores cuando casaban, o bautizaban, o hacían casa nueva, o cantaba un clérigo su primera misa, solían hacer grandes y populares convites. Y en esas fiestas se derrochaba y muchos hacían «mayores gastos de lo que buenamente pueden sofrir e se fazen pobres e menesterosos». Pero además había abusos de posición dominante por parte de los más poderosos: «los ofiçiales e labradores e gentes menudas que son llamados para los tales autos y no acuden a ellos e dan sus presentes e dadivas a quien los llama o a quien faze la fiesta quedan enemistados e amenazados por los que los llaman e con temor de reçebir daño», lo que daba origen a escándalos y peleas. 

Imposición real

Los reyes, desde Barcelona, impusieron el 14 octubre de 1493 una dura pragmática limitando el número de asistentes. Así ordenaron a todos los concejos del reino de Galicia que solo se podía convidar a «los parientes e parientas e afines dentro del terçero grado del hombre e de la mujer que se oviere de casar o al que oviere de cantar misa nueva e para bautismo non llamen nin vengan salvo los compadres e comadres e otras personas si quisieren fasta seys». Los demás no estaban obligados a asistir, pero si querían ir, mandaban «que no puedan estar nin estén en ellos nin coman nin bevan en ellos salvo un día e non más, esto a costa de los que los conbidaren syn pedir nin demandar nin resçibir de los convidados cosa alguna». En caso de incumplimiento, imponían severas penas pecuniarias.

En A Coruña no gustó la nueva normativa y el concejo protestó. Los regidores coruñeses le dijeron a los reyes que la obedecían pero que era injusta con la ciudad y el reino de Galicia, que estaban mal informados y que de cumplirse «era dapno de muchos pobres que non podían casarse» y que también era una «grand mengua e desonrra de las personas principales e honrradas» de todo el reino. 

Muchas multas

Además les decían que era imposible de guardar y que las justicias tendrían que imponer muchas multas, causando disgustos. Por todas esas razones pedían que se revocase y que se guardase la costumbre de la tierra. Los reyes respondieron. Enviaron desde Valladolid el 14 de febrero de 1494 una cédula, que se conserva en el Archivo Municipal, al concejo de A Coruña. No aceptaban sus razones y les reiteraban la orden de cumplir lo ya establecido. A pesar de las multas, en A Coruña y en el resto de Galicia siguieron manteniendo las celebraciones multitudinarias.