Mónica Arrojo: «A las 8 de la mañana visto de granjera y a las 10 de mujer de ciudad»

La Voz

A CORUÑA CIUDAD

MARCOS MÍGUEZ

08 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Habla sin freno. Y todo lo cuenta con pasión. Por ejemplo, sus viajes a Francia. «Me encanta ir en la furgoneta sin destino fijo, aunque solemos movernos por La Provenza. Buscamos muebles u objetos singulares. Huimos de lo hecho en serie. Nos interesan piezas únicas», comenta. También relata de forma apasionada los secretos de su casa de Chamín, cerca de la playa de Barrañán. «Es una delicia pasar por Inditex, que es el siglo XXV, y llegar allí, que estoy en el XIX. Tengo todo tipo de fauna, caballos, cabras, ovejas, perros… Colaboro con distintas organizaciones que ayudan a animales abandonados o maltratados. Hace un mes adoptamos a una perrita que estaba en la carretera. Soy de campo, pero mi trabajo tiene que estar en un entorno urbano. A las 8 de la mañana visto de granjera y a las 10 de mujer de ciudad. Mi pareja es más de flora y yo de fauna. Nos complementamos», asegura la restauradora Mónica Arrojo Alfredo. Nació en Madrid hace 52 años, y desde 1994 su casa es A Coruña. De padre gallego y madre cántabra afirma que «es un privilegio vivir aquí. Vivimos en un entorno maravilloso».

Callejón de Jorge Juan

Charlamos en El Cafetal, al lado de su taller-tienda Brocante en la calle Pintor Joaquín Vaamonde. Sus propietarios, Agustín y Elisa, nos confirman que el 15 de julio cierran el negocio. Los vecinos le han cogido tanto cariño a ellos y a su cocina que andan tristes estos días. Una pena y una pérdida para una calle, la cara b de la plaza de Vigo, en la que Mónica tiene depositadas muchas esperanzas. «Podría ser como un callejón de Jorge Juan de Madrid. Hay que humanizar el espacio, hacerlo amable. Tengo enmarcada una carta de un vecino que no conozco en la que me da las gracias por alegrar la calle. Sin el pequeño comercio seremos ciudades-robot. Cuando cierra una tienda, aunque no conozca a sus propietarios, me llevo un disgusto», destaca. Lo suyo es la restauración de muebles de madera. «Es algo muy terapéutico porque a los restauradores no nos importa el tiempo. Me cuesta separar lo que es trabajo y pasión», asegura Mónica, que esta semana compartió en redes sociales un vídeo de La Voz sobre las obras del Pórtico de la Gloria. «Estoy deseando ir a verlo. Creo que voy a llorar. Me hubiese gustado ser mosca para colarme en el proceso. Debió ser algo único liberar el color, que estaba asfixiado. Los que lo hicieron tuvieron que llorar de emoción», analiza. Dice que los trabajos de los que se siente más orgullosa son la recuperación de dos retablos de las capillas de sendos pazos. «Me gusta trabajar con piezas con pan de oro y no soporto la imitación. Una cosa es una reproducción y otra cargarse la idea de una persona. Nunca tuve una, ni siquiera de un bolso», afirma mientras da un sorbo a una copa de vino, otra de sus pasiones.

Consejos de decoración

Aunque por su tono dulce no lo parece asegura que tiene mal genio, «pero me dura lo que una botella de gaseosa». Le pido un consejo para decorar una vivienda. «Que tu casa sea solo tuya, un reflejo de tu vida. Que sea única, y no me meto en gustos y calidades. Mi casa, que era una ruina y la rehabilitamos, solo puede ser mía», afirma con rotundidad. Dice que desde el sábado al mediodía al lunes por la mañana apaga el móvil. Que tiene una lorita que imita su voz. «Habla por los codos como yo». Confiesa que su principal virtud es la tenacidad y se declara «un torbellino. Al nacer me caí en una marmita como Obélix». Lleva semanas enfrascada en la organización de la quinta edición del Campus Market que se celebra el próximo fin de semana en la Escuela de Finanzas de Venancio Salcines. «Estaremos desde la una de la tarde a las doce de la noche. Proponemos un plan familiar, para pasar el día. Hay tiendas, música, zona de hostelería... Estamos encantados», comenta sonriente. «Y no te olvides de nombrar a Bea Tovar de Castro, que me enseñó mucho sobre restauración», añade. Esta mujer es todo pasión.