Los coches van por el aire

Toni Silva A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Senén Rouco

En la planta Francisco Mata de A Coruña, la fragmentadora más grande de Galicia, los hierros acaban hechos polvo. Pero aquí llegan mucho más que vehículos: billetes, bombonas, un obús y... ¡animales vivos!

21 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo de los coches por el aire es literal. Fíjese en la cucharilla con la que ahora revuelve el café. O la patilla de las gafas que agarra con dos dedos. Pues con esa ligereza manejan estas grúas vehículos enteros. Son trayectos cortos, pero espectaculares. Estamos en la planta fragmentadora más grande de Galicia, gestionada por la familia Francisco Mata, de tradición chatarrera.

Aquí desaparecen los objetos más duros y voluminosos, empezando por los coches, que se reducen a la mínima expresión. Hierro eres y en polvo te convertirás. Desde el punto de vista simbólico, la planta no puede estar en mejor ubicación: a un lado, el monte de Bens, parque que ocupa el que en su día fue el vertedero de A Coruña. Y en otro, la refinería, el origen de buena parte de los productos que acabarán en estas tripas. El Alfa y el Omega mirándose de frente.

Los coches provienen de desguaces. Si están cerca, el camión los trae aquí enteros. «Pero si tenemos que irnos algo lejos llevamos una prensa móvil y los reducimos», explica Alberto Mata, uno de los responsables de la planta. Así, una vez jibarizados en vez de desplazar ocho o diez transportan el doble.

Pero no solo hay coches aquí. Poco antes del mediodía vemos descargar un camión previo paso por una báscula. Trae bañeras, radiadores, tubos de escape, somieres metálicos,…

-¿Qué es lo más extraño que os habéis encontrado?

-Unas gallinas vivas.

Viendo los traqueteos de las máquinas lo que cuenta Alberto es un milagro. ¿Gallinas vivas? Pero las curiosidades no se acaban ahí. «Una vez vimos salir billetes en la aspiración de la basura...», y matiza que no eran de cinco euros «precisamente». También se toparon con un halcón herido, que creen que cayó sobre un camión que iba camino de la planta. Aunque no recogen bombonas por motivos obvios, en una esquina del almacén al aire libre hay una amplia colección de ellas. «Es inevitable, tenemos que tener mucho cuidado». Peor fue el día que descubrieron un obús. «Vinieron los artificieros, parece ser que estaba de adorno en una casa...». Y hasta aquí suben los cuerpos policiales sus armas para ser destruidas.

Cien metros de digestión

Recapitulemos: coches, metales de todo tipo, objetos grandes y pequeños... (esa calderilla que acumulan los resquicios de los vehículos también reaparece aquí) entran en la boca de la fragmentadora, puerta de entrada de un aparato digestivo que dejará en el tramo final un polvo de hierro listo para ser fundido. Hasta aquí han recorrido cerca de cien metros de cinta por cuyo trayecto se han quedado plásticos, espumas y trozos de aluminio, fruto de la corriente de Foucault.

«Nuestra fragmentadora, de 2.500 caballos, es la más grande de Galicia -indica Alberto Mata-, pero en España destacan las de Sevilla y el País Vasco con 4.000 caballos». A veces las piezas son tan macizas que necesitan un paso previo de cizalla.

Minutos antes de la una de la tarde, las grúas se toman un descanso. Zarandear coches por el aire es una actividad de riesgo. Cualquier pieza se puede desprender y acabar en el parabrisas. Estos son ya de por sí más gruesos de lo normal. Pero, aun así, cada cristal de las grúas está protegido por barras de metal [de verdad cuesta creer cómo salieron vivas las gallinas].