Conciliación, inmigración y becas llevan los comedores escolares al límite

m. carneiro A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

MARCOS MÍGUEZ

Los centros públicos demandan un plan para cubrir la demanda creciente de plazas

19 jun 2018 . Actualizado a las 10:36 h.

La alarma saltó en el colegio de la Sagrada Familia con intensidad suficiente para que la Xunta reaccionara de inmediato anunciando para el verano la ampliación del comedor: a raíz de una reorganización del espacio por razones de seguridad, de la noche a la mañana más de cien niños de entre 3 y 12 años quedaron sin plaza para comer el próximo curso. Surgió un incendio puntual que se sofocó en 24 horas con la promesa de reformar los tabiques, pero dentro de la delegación de Educación ya nadie oculta que el problema puede replicarse en otros centros si el plan de autoprotección que provocó el conflicto de la Sagrada se generaliza. La demanda de plazas en los comedores escolares públicos de la ciudad se ha disparado en los últimos años, la tendencia se mantiene en su rumbo y no existe previsión sobre la capacidad que ofrecerán los centros a medio plazo para hacer frente a una necesidad fundamental para más de un tercio de las familias y particularmente para las de menos recursos. Por eso, miembros de la comunidad educativa consideran inaplazable hacer un estudio sobre la situación actual y las proyecciones para los próximos años a fin de decidir en consecuencia, ampliando o construyendo comedores nuevos.

«Realmente habría que preguntar a las Administraciones con competencias qué piensan hacer, porque el espacio en los centros se encuentra al límite y la realidad, sobre todo en los barrios donde la llegada de población inmigrante está siendo importante, no lleva a pensar en un descenso de solicitudes», explica el director de un colegio del centro de la ciudad que confirma las carencias e insta a la Xunta y el Ayuntamiento a planificar un programa que integre a todos los comedores.

«Hay colegios de la República o anteriores, como el Labaca o el Eusebio, y luego están todos los construidos en los primeros años de la democracia, a finales de los setenta, que no están concebidos para acoger un comedor», explica Jesús Carballo, director del CEIP María Barbeito, que cada día recibe a 674 niños -229 también para comer- y en la búsqueda de soluciones a la falta de espacio incorporó un sistema estadounidense de mobiliario convertible que permite utilizar el salón de actos, según convenga, también como comedor, transformando los bancos en mesas.

Menús para musulmanes

Los vecinos más viejos del María Barbeito, el Raquel Camacho o el San Pedro de Visma, llegados hace medio siglo al barrio de aluvión del Agra del Orzán y alrededores procedentes de Suiza, Francia o Maceda, han recibido en los últimos años a decenas de familias inmigrantes como las suyas, ahora de Venezuela, Colombia, China, Puerto Rico, Pakistán o Senegal, «muchas con lo puesto, escapando, refugiadas, o como los venezolanos, sin poder retirar su dinero del banco», explica Jesús Carballo, que ha respondido a las necesidades educativas de los nuevos vecinos con planes de convivencia, refuerzo de lenguas, menús para niños musulmanes y «mucha coordinación».

Las dependencia del comedor escolar para estas familias no es mayor que para la segunda generación de aquellas que llegaron a la ciudad en los años sesenta y, a pesar de haberse instalado en Cambre, O Burgo o Monte Alto, escolarizan a sus hijos en el barrio de su infancia porque allí permanecen los abuelos y echan una mano en lo de la conciliación. «A veces en el consejo escolar se nos parte el corazón al ver las horas que están en el colegio algunos niños muy pequeñitos, de 3 años, incluso de 2, que llegan al programa de madrugadores antes de las ocho de la mañana, comen en el centro y hasta la tarde no los recogen», explica una madre. Desde las AMPA, que gestionan los comedores, el servicio de madrugadores y las actividades extraescolares, recuerdan que el repunte de las solicitudes de plazas de comedor está asociado casi siempre a los horarios laborales de los padres y a que «muchas madres que perdieron el empleo con la crisis están volviendo a trabajar», lo que explica la preferencia cada vez más clara a entrar antes en el colegio y salir más tarde.

Otro factor decisivo son las becas municipales. La AMPA del Sagrada Familia, de hecho, señala el incremento de las ayudas de un curso para otro, de 30 a 80 en octubre pasado, como uno de los desencadenantes de la crisis. En tres años el Ayuntamiento ha duplicado la cifra de menores usuarios del programa, que en la mayoría de los casos financia el 100 % del importe del menú y este curso acogió a 1.560 pequeños. Hace un año, en junio del 2017, eran 998; y hace cinco, en el 2013, no llegaban a 700. Muchas de estas familias que habían renunciado al comedor escolar por su coste vuelven ahora con la cobertura municipal.