La lentitud en las licencias lastra la habitabilidad del casco histórico

Toni silva A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

En el numero 2 de la calle de Santa Maria acaba de firmarse por 165.000 euros este piso de 82 metros, completamente reformado
En el numero 2 de la calle de Santa Maria acaba de firmarse por 165.000 euros este piso de 82 metros, completamente reformado CESAR QUIAN

Las inmobiliarias piden flexibilidad con las pequeñas reformas y más rapidez en los trámites municipales

17 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«Un generoso porcentaje de nuestra cartera de pisos en la Ciudad Vieja han de ser rehabilitados después de su venta o alquiler». El mercado inmobiliario se da de bruces en la zona noble de A Coruña, como destaca Álvaro Rodríguez, socio y director de la oficina de Engels & Völkers en la ciudad. La casuística aquí es muy especial: los nuevos inquilinos han de afrontar, en muchas ocasiones, una obra tras la compra del inmueble. Y la celosa vigilancia de Patrimonio y la lentitud administrativa a la hora de conceder algunas licencias convierten la inversión en un calvario. Ese calvario lo ejemplifica el propio Rodríguez con un caso desesperante: «Se rehabilitó un edificio con cuatro viviendas, y en diciembre del 2016 le vendimos una a una pareja joven que daba el paso de venir a la Ciudad Vieja. Pues bien, hace dos meses les llegó la licencia de ocupación».

Y según varios urbanistas consultados por este periódico, prácticamente dos tercios de los pisos de la Ciudad Vieja que se ponen en el mercado necesitan algún tipo de rehabilitación, y esta solución aún no ha calado en la sociedad gallega. «Notamos que es más gente de fuera la que marca el camino en cuanto a rehabilitación en Galicia y, en este caso, en la Ciudad Vieja», explica Gerardo Tellado, de la inmobiliaria Versalles, ubicada en la entrada de esta zona. Precisamente acaba de firmar la venta de un cuarto piso sin ascensor muy cerca de la colegiata de Santa María. No puede haber más contraste entre el vetusto edificio y el interior recuperado. «Un vecino de Madrid, lo rehabilitó y la acaba de vender», explica Gerardo. La nueva propietaria -aún falta escriturar- se enfrenta a cuatro pisos de escaleras, otro de los obstáculos para nutrir de vida la Ciudad Vieja. «Ya no hay fronteras de edad, es cierto que a la gente mayor le cuesta más pero, ¿qué haces con el bebé y el carrito?».

Los agentes del mercado inmobiliario se quejan de la extrema rigidez desde Patrimonio cuando un potencial comprador prevé hacer una pequeña reforma en el viejo edificio. «Partiendo de la premisa de que la ley debe cumplirse, a veces son demasiado inflexibles cuando el posible dueño estudia opciones de reforma inofensivas -señala Álvaro Rodríguez, de Engels & Völkers-; entonces se acaban echando atrás, el inmueble sigue sin venderse y se degrada aún más».

A ello se suma la dificultad para aparcar y la frontera invisible que genera el túnel del Parrote. «Nos han eclipsado del mundo», denuncia Charo Larroca, vecina de la calle Tinajas. Ella es de las pocas afortunadas que sí disfrutan de plaza de garaje en el edificio en el que viven. Pero considera que su vivienda se ha devaluado. «Nos están volviendo locos con el cambio de direcciones, nos hacen salir hacia la Maestranza y es un peligro... con todo esto, si quiero vender mi piso y marcharme, no puedo, ¿quién va a venir a vivir a la Ciudad Vieja?».

CESAR QUIAN

Pero entre tantos obstáculos, el mercado inmobiliario de la Ciudad Vieja tiene una ventaja con respecto al resto. «El que quiere vivir en esta zona solo busca, y acabará viviendo, en esta zona», dicen los expertos consultados. Como ejemplo, Javier Pardiñas, músico de 44 años nacido en la calle Herrerías, se tomó su traslado a la plaza de España como una emigración y ahora ha vuelto a su calle de la infancia. Para ello, no solo ha tenido que rehabilitar, sino que también ha tirado de autoconstrucción para afrontar un proyecto que le dio tanto trabajo como hoy le da alegría y comodidad. Compró la tercera planta (la última del edificio), de 55 metros cuadrados, y donde se multiplicaban los problemas Javier vio oportunidades. «Nos llovía dentro», recuerda. «Pero se nos ocurrió la maravillosa idea de tirar el tejado y comprar el derecho de vuelo». Conclusión: hoy Javier vive con su mujer y su hija en un dúplex en la Ciudad Vieja (sin ascensor, claro). «Fue muy duro económicamente, al fin y al cabo somos mileuristas, pero es que no me veo en un piso en Someso, todo estándar, eso no me atrae, nací aquí y creo que esta zona tiene más personalidad, más historia». Pero sabe que en Someso nunca pagaría más de cien euros por el alquiler de una plaza de garaje. «No queda otra».