«Tienes que llegar antes de las ocho; si no, ya no aparcas»

m. carneiro A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

ÁNGEL MANSO

Trabajadores de A Grela narran la falta de alternativas al coche particular en un polígono saturado

31 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Empezar bien el día para los trabajadores de A Grela significa llegar al polígono antes de las ocho de la mañana. No importa que la entrada sea a las 9.30. A esa hora las 4.000 o 5.000 plazas de aparcamiento en superficie del área empresarial ya estarán ocupadas, habrá coches montados sobre las aceras y conseguir sitio requerirá media hora como mínimo dando vueltas con los dedos cruzados. Sandra Rodríguez, camarera del bar Tránsito, entra a las 9.30 y en un golpe de suerte conoció a un señor que tiene un taller y cada mañana mueve su furgoneta para que ella pueda dejar el coche. Para otros el mal humor es un resorte que se activa solo con oír la palabra aparcar.

En la misma calle Copérnico una plaza subterránea cuesta 77 euros más IVA, que es lo mismo que 93 euros al mes. «Si bajasen los precios, podríamos asumir el coste compartiendo la plaza con compañeras con otros horarios», sugiere Mónica, una trabajadora de un call center que confirma la hora: «Tienes que llegar antes de las ocho; si no, ya no aparcas». Compartir es una opción habitual. Todas las mañanas Pilar, Patricia y tres compañeros viajan juntos con los gastos a escote: combustible, peaje y 78,65 euros que les cobran por una plaza en un párking privado de la calle Gambrinus. Vienen desde Ferrol, como el informático Diego Fernández, aunque él viaja solo, en coche y por poco tiempo, porque en breve seguirá el ejemplo de su paisano y compañero David, que se cansó de ir y venir y alquiló un piso en Pastoriza. Así se despuebla Ferrol.

Al polígono también se llega a pie, aunque menos. En el grupo de los informáticos se encuentran Rui Caramés, que camina 20 minutos desde Agra del Orzán; Yuriy Mishchenko, 25 desde la estación de tren, y Adrián Blanco, 35 minutos desde Cuatro Caminos. Las tarifas de aparcamiento bonificadas por su empresa rondan los 50 euros al mes. Los buses, para ellos, no son alternativa. «Yo crearía una línea de bus desde ronda de Outeiro hacia el interior de A Grela», sugiere Adrián.

Solo hay dos líneas (tres con la 6A), que sirvan al polígono: la 6, que circula por la avenida de Finisterre, y la 11, que se acerca por la avenida de Arteixo y, después de muchas gestiones e intentos fallidos, ahora se interna tímidamente en el centro poligonero. Los buses funcionan más o menos para quien viva en el recorrido: Emilio Paz, que sube al 6 en San Andrés a las 7.50 horas y baja en A Silva a las 8.04, minuto arriba minuto abajo, o Pablo Crespo, que coge el 11 en la plaza de Pontevedra a las 7.50 horas y se apea a las 8.10 en José María Rivera. «Deberían mejorar las frecuencias para ajustarlas a los horarios de trabajo», sugiere Emilio Paz.

En la barra del Tránsito, delante del almuerzo, Antonio Dubra responde a la situación del aparcamiento con disgusto: «Es una vergüenza». A pocos metros, un concesionario utiliza plazas de la vía pública para guardar sus vehículos durante meses, dice. Enfrente, la hierba cubre la única parcela vacía del polígono. «Podían limpiarla y habilitarla como aparcamiento». Es tal el malestar por la mala movilidad que Adrián Vilariño llega a quejarse de las malas prácticas policiales. «Aquí la policía viene a multar a los de la doble fila y después dejan ellos el coche igual para entrar a tomar café».

La asociación gestora urge un cambio de mentalidad: «El espacio es el que es»

La movilidad en A Grela sigue a la espera del nuevo mapa de rutas que confecciona el Ayuntamiento y que la Asociación de Empresarios espera conocer «cuanto antes», señaló ayer Teresa Firvida, gerente de Agrela. Con todo, los buses son una pata nada más. «La Administración, municipal, el área metropolitana y la Xunta, tienen que atender el polígono y lo hacen, pero hay que mentalizarse. El espacio es el que es y no podemos estirarlo. Quien con unas buenas líneas y buenas frecuencias no pueda prescindir del coche, porque al salir del trabajo tiene que recoger a sus hijos, por ejemplo, también tendrá que asumir el coste que supone, en tiempo o económico».