«Trabajábamos en un bar y tardamos cinco años en poder ir a ver a mi familia a Lugo»

montse carneiro A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

CESAR QUIAN

Separada y con hijos a su cargo, esta jubilada de hostelería relata la precariedad de las pensiones femeninas

30 abr 2018 . Actualizado a las 21:48 h.

Pepa Díaz Santiso tuvo un bar de cinco mesas en una esquina de la plaza que se abre detrás de El Corte Inglés. Llegó en 1994 como asalariada de un amigo de su entonces marido, por el camino se divorció, y después de hacerle sitio a su hijo detrás de la barra, perder a 30 clientes de los de todos los días cuando abrió Marineda, y ser la mujer para todo, «empleada, encargada, gerente y directora de orquesta», veinte años después dejó el negocio, se fue al paro y a los 61 años no le quedó otro remedio que jubilarse con una pensión de 810 euros, un hijo sin trabajo y otros dos en vías de independencia. Los tres con treintaytantos. La pequeña, fotógrafa, buscándose la vida en Madrid con un contrato de teleoperadora; el mayor, en Lugo, tampoco en la profesión para la que se formó, y el mediano, en casa, haciendo prácticas de Preimpresión Digital, trabajando en el bingo de una asociación vecinal los fines de semana y rumiando marcharse a Florencia.

La carta de la vergüenza

«Yo sabía que mi base de cotización era baja, pero siempre tuve la esperanza de llegar a los mil euros. No sé a los 65 años, de momento estamos así, con esa carta vergonzosa e indignante en la que nos toman por tontos y por ignorantes. Y no», se queja esta mujer con 34 años de cotización a la Seguridad Social, que recuerda épocas en las que pasó años sin poder ver a sus padres. «Nosotros en A Coruña y mi familia en la aldea. Sin coche, con los tres niños, mi exmarido y yo trabajando en hostelería y librando los domingos, tardamos cinco años en poder ir a ver a mis padres a Pol», recuerda.

Los primeros Reyes

Pepa Díaz llegó a la ciudad con 20 años para disgusto de su padre, «franquista», pero padrazo, un cartero hijo de maestro que soñaba con ver a su hija enseñando en una escuela y un día la vio marchar a A Coruña «para servir en una casa buenísima en la que estuve dos días sin comer, puse la mesa pensando que yo comía con ellos -cuenta entre risas-, y que al final fueron una segunda familia para mí. Allí tuve mis primeros Reyes, un jersey rojo con dibujos, una falda escocesa, zapatos y un bolso negro».

A los tres años se marchó y empezó a trabajar en un bar de la Galera. Allí conoció a su ex marido. Se enamoró, alquilaron una habitación, en cuatro años tuvo a sus tres hijos. Cuando la pequeña tenía 2 años, una noche se fue a pedir trabajo a un restaurante del barrio. La citaron para la mañana siguiente para fregar platos. «Lo único que pensé fue qué iba a hacer yo con mis niños. Llamé a unas monjitas que llevaban una guardería en Eirís para personas necesitadas, les lloré, les supliqué, y me la cogieron. Se iba en el bus a las nueve de la mañana y volvía a las seis de la tarde... Mis hijos se criaron muy solos. Ellos dicen que están orgullosos. A mí me da mucha pena».

Las mujeres jubiladas cobran en A Coruña 475 euros menos que los hombres

El 55 % de los pensionistas de la ciudad son mujeres. Es una mayoría relativa y discutible. La hegemonía femenina no admite discusión en las prestaciones por viudedad (el 91 %), pero se torna minoría (43 %) en las pensiones por jubilación, que son las que expresan el pasado profesional y encierran la información más fiel sobre la carrera de las mujeres, a diferencia de las de viudedad, que dependen de la vida laboral de otros. Es en ese abismo que media entre las condiciones del trabajo femenino y el masculino donde se asienta la brecha de 475 euros mensuales que separa las pensiones de unas y otros, entre los 876 euros que cobran, por término medio, las trabajadoras jubiladas de A Coruña y los 1.351 euros que perciben sus compañeros, según los datos de la Seguridad Social, a 1 de enero de este año, recogidos por el informe del Observatorio Municipal de Igualdade correspondiente al 2018.

«Na carreira profesional das mulleres hai períodos de cotización que se interrompen porque teñen que facer fronte ao coidado dun familiar ou por maternidade, excedencias, reducións de xornada, que os homes normalmente non collen, eles non deixan de cotizar, e resulta que é un dos factores que máis explican a baixa na contía da xubilación», señala Demetrio Vázquez, miembro de la ejecutiva comarcal de Comisiones Obreras, que defiende que se reconozcan como cotizados estos períodos de carencia -«en compensación polo traballo de coidados á familia, que é o mesmo que á comunidade, non retribuído ás mulleres», indica-, en la actual negociación del Pacto de Toledo para la reforma del sistema de pensiones.

Grupos de cotización

La feminización de actividades económicas acogidas a los grupos de cotización más bajos, como la hostelería, el comercio o el servicio doméstico, también repercute directamente en la cuantía de la jubilación. Al igual que la superioridad cuantitativa de las mujeres en las estadísticas sobre empleo a tiempo parcial, contratos de corta duración y salarios reducidos. «Nos últimos anos a fenda foise pechando un pouco -dice Vázquez-, pero non porque a situación laboral das mulleres mellorase, senón porque as condicións laborais dos homes foron empeorando a consecuencia da crise e aí quedaron».