Desayunos tras una larga noche de fiesta

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

M. R.

20 abr 2018 . Actualizado a las 12:17 h.

«Oye, no están mal estas costumbres turcas de tomar una hamburguesa después de las copas». Me lo decía un amigo vigués hace tiempo, sorprendido por la extendida costumbre entre los noctámbulos coruñeses de darse un homenaje gastronómico antes de ir a la cama. El jicho no daba crédito. Nos encontrábamos en la Internacional, en Rubine. Por allí no solo desfilaban hamburguesas completas o sándwiches mixtos, sino también platos combinados con ensaladas, croquetas y huevos fritos. «¡Esto es la caña, tío!».

Tiempo después la sorpresa iría a más. Íbamos a un nuevo after de la zona de Magistrado Manuel Artime (la calle de Soweto). Por su entrada parecía una cafetería al uso, con aroma de mantequilla y beicon a la plancha. Al final de la barra, sin embargo, se abría una puerta. Traspasándola se accedía al Gado Gado un pub de aire ibicenco con mucho blanco, mucho fluorescente y mucho house. «¡Los turcos sois la caña! ¡Habéis creado el afterburger!», exclamaba entre carcajadas. Sí, tan insólito como funcional: uno podía zamparse un desayuno y seguir de fiesta si quería.

Así se creó el nivel máximo de sofisticación del papeo postfiesta coruñés, pero por supuesto no se trataba del único. No sé si mi amigo vigués exageraba en lo suyo, pero lo cierto es que aquí en A Coruña somos muy de dormir con el estómago lleno, que sienta bien y ayuda a las resacas. Lo recordamos muchos cuando hace unas semanas cerró el Uni-2 en la plaza de San Pablo. Instantáneamente, acudieron recuerdos de sábados y domingos por la mañana en los que el crapuleo se juntaba con la gente decente. Los primeros venían de Soweto. Los segundos, de su domicilio. O de misa. Allí, entre lecturas del periódico y risas de borrachín, convivían todos.

Hace ya unos cuantos años también tocaba parada en la plaza de Ourense. Encarna y Ramiro levantaban la ventana de su quiosco de madrugada y no lo cerraban hasta que amanecía. Decenas y decenas de chavales hacían cola allí por sus bocatas de calamares . Algunos venían de Punto 3. No habían usado la opción más próxima: el quiosco de churros de la plaza del Humor. Mucha melena y mucha chupa de cuero hizo parada allí, tras una sesión de AC/DC y Black Crowes en la discoteca. Entre los que estiraban la noche en Monte Alto existían muchos devotos del Roma I, otro de esos locales que aturdían a mi colega del sur y donde podías ver a gente zampándose unos espaguetis a la boloñesa a las siete de la mañana tan alegremente. Y no nos podemos olvidar, por supuesto, del Delicias: clásico básico de los búhos en Cuatro Caminos, acompañado del Villasán y, tiempo atrás, del Torre Esmeralda y el Capillas. Recuerdos de otros tiempos en los que los días acababan justo cuando hoy empiezan. Que aproveche.