¿Por qué tarda un cadáver en emerger?

M. C. A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

DANIEL PORTELA

La baja temperatura del agua demora la descomposición y la formación de los gases que lo hacen flotar

10 abr 2018 . Actualizado a las 09:50 h.

La certeza última de que el mar siempre devuelve los cuerpos que arrastra hasta el fondo ha llevado consuelo a centenares de familias de marineros desaparecidos en Galicia y, siguiendo esa ley inexorable, ayer se confirmó en A Coruña con el hallazgo del cuerpo de la joven ourensana Andrea Domínguez, diez días después de su pérdida en la bahía del Orzán. La configuración geográfica de la ensenada, muy cerrada, y el sistema de corrientes que rige la circulación del agua en su interior sirvieron de cobijo para el cuerpo de la muchacha, impidiendo su salida a mar abierto y favoreciendo así su rescate.

Díez días que ratificaron el calendario aproximado que manejan los especialistas para adelantarse a la aparición de un cadáver en el mar, de acuerdo con tragedias precedentes y con los procesos biológicos que experimenta el cuerpo después de la muerte y que, en definitiva, explican su ascenso a la superficie.

Los plazos

El tiempo es incierto. Uno de los manuales de medicina forense de consulta habitual entre los especialistas señala la dificultad de precisar (en los casos en que se desconoce la fecha de sumersión) cuánto tiempo ha permanecido un cuerpo en el agua. «Es empresa muchas veces superior a las fuerzas humanas, tanto varían los datos con circunstancias ambientales, estacionales, individuales, etcétera», explica el autor.

El ascenso de los gases

Pero de todas ellas, la temperatura del agua es el factor principal por su capacidad para acelerar o retardar la descomposición bacteriana del cadáver y, con ella, la formación de los gases -hidrógeno, amoníaco, metano, anhídrido carbónico, nitrógeno y ácido sulfhídrico- responsables de que el cuerpo se desplace hacia arriba. Existe un cuadro de uso forense, la tabla Devergie, que recoge los sucesivos cambios morfológicos que experimenta el cadáver con el paso del tiempo en función de la época del suceso, sea verano o invierno. Y que detalla cómo un período de 5 a 8 horas dentro del agua en verano equivale en invierno a otro de entre 3 y 5 días.

«Si el cuerpo no queda enganchado en una roca, una cavidad o cualquier otro elemento con el que haya tropezado al sumergirse, las corrientes y su propio peso lo enviarán pronto al fondo, donde permanecerá hasta que el proceso de putrefacción entre en la fase enfisematosa y se formen los gases que lo devolverán a la superficie», detalla un experto, que opone a esta circunstancia «la situación normal de una persona que muere y a las 24 o 48 horas ya presenta la mancha verde en la zona del apéndice, primera manifestación objetiva y visible de la putrefacción», apunta.

En el agua, y con temperaturas bajas como las registradas en esta época (en torno a 13 gradps en la superficie), este estadio puede demorarse siete, ocho o doce días. No mucho más. Entonces, el cuerpo emergerá. Los equipos de búsqueda saben que, a menos que haya quedado prendido en algún lugar, el cadáver aparecerá en la lámina de agua, aligerado por los gases, y así permanecerá hasta que los compuestos que lo mantienen a flote desaparezcan y provoquen su hundimiento definitivo. Excepcionalmente, puede producirse un segundo afloramiento por formación de grasa en el cuerpo, pasadas varias semanas, en ningún caso con la seguridad del primero.

Cientos de kilómetros

A partir de ese momento, las posibilidades de encontrar el cadáver de una persona ahogada quedan a merced de las corrientes marinas, que pueden llegar a arrastrar los cuerpos a cientos de kilómetros de distancia del lugar de la muerte. Sucedió en marzo del 2001 en Galicia. Seis cadáveres de víctimas de un accidente ocurrido en una localidad portuguesa de la ribera del río Duero, Castelo de Paiva, a 190 kilómetros de la Costa da Morte, aparecieron una semana después en playas de Cee, Fisterra, Muxía y Camariñas.

Catorce muertos en la bahía en 12 años

Las muertes en la playa de Riazor-Orzán ocurren con cierta periodicidad, y en los últimos 12 años murieron 14 personas. El caso más reciente ocurrió hace hoy exactamente un año. El joven senegalés Moussa Cissé, de 17 años, murió cuando, jugando al fútbol con sus amigos, se adentró en el agua para coger el balón. El 27 de enero del 2012 fue la fecha más triste en el Orzán, porque el mar se llevó a cuatro personas: el estudiante eslovaco de Erasmus Tomas Velicky y tres policías que se lanzaron a salvarlo, José Antonio Villamor, Rodrigo Maseda y Javier López.

El año anterior, el día de San Juan murió Mohammed Guedid, argelino de 42 años. A las ocho y media del a mañana se metió en el mar y no salió con vida.

A la nómina de fallecidos hay que sumar la del percebeiro Roberto Escariz, de 40 años, que en septiembre del 2008 faenaba en las rocas próximas a la Casa de los Peces, y a un ciudadano chino residente en A Coruña, Quinsem Pan, de 53 años, que murió en la zona del Millenium. Y el año anterior, el 13 de diciembre, Patricia Vara Centeno, una madrileña de 32 años, paseaba por el Orzán de madrugada con unos amigos cuando una ola la venció.

El 2006 el año comenzó de la peor manera -con la muerte del holandés René R., de 45 años, que fue arrollado mientras sacaba fotos en el Millenium- y no mejoró, ya que hubo cuatro muertes más en la misma zona: pocos días más tarde moría el pescador Antonio Naya Maneiro, de 58 años; en abril perdía la vida Héctor Carreira López, de 24 años; en junio, Antonio Muñoz, de 63 años; y en noviembre, también en el Millenium, Fernando Fernández, de 46 años.