La insólita fuga del diputado Pereira

Por Xosé Alfeirán

A CORUÑA CIUDAD

Preso en A Coruña, se escapó en 1848 para presenciar en el Congreso el debate sobre su posible juicio por rebelión

09 abr 2018 . Actualizado a las 10:27 h.

Juan Manuel Pereira de Castro fue un hombre singular: hijo de jefe carlista, hidalgo, señor de Reboreda (en Redondela), liberal progresista, conspirador revolucionario (en 1848, 1854 y 1868), preso político, exiliado, gobernador civil, demócrata republicano, senador, embajador plenipotenciario en China, Siam y Annam, autor del curioso libro de viajes Los países del Extremo Oriente y además protagonista de la novela de Otero Pedrayo O señorito da Reboraina. Conocemos sus peripecias gracias a las investigaciones del maestro de historiadores Xosé Ramón Barreiro y a los comunicados que el propio Pereira enviaba a la prensa explicando sus actos.

 En 1847 entró en la política como diputado progresista por el distrito de Ponteareas. De «genio vivo» y «entusiasta de la libertad» participó activamente en las conspiraciones revolucionarias de 1848 contra el régimen moderado de Narváez.

El 13 de septiembre de ese año lo detuvo la guardia civil en su casa de Reboreda. Sería conducido al castillo del Castro de Vigo y después enviado por mar a la prisión del castillo de San Antón, en A Coruña. Estaba acusado de ser el autor de una proclama subversiva, editada en Portugal, dirigida a los habitantes y al ejército de Galicia incitándoles a su unión para liberar a España del yugo que la oprimía. El grito de rebeldía debía iniciarse en A Coruña. Es otra historia. Como padecía una enfermedad gástrica, Pereira fue trasladado al Hospital Militar, donde permaneció con vigilancia. Por su condición de diputado el capitán general de Galicia solicitó autorización al Congreso para juzgarlo. Al mismo tiempo Pereira presentó, por medio de sus amigos diputados, una solicitud para que se le permitiese ir allí a vindicar su conducta y a cumplir con su tarea de diputado. Ambas solicitudes serían debatidas en la sesión del Congreso del 10 de febrero de 1849. Antes Pereira se fugó del hospital. Se marchó la noche del 27 de diciembre de 1848 «llevándose consigo al cabo de la guardia que le custodiaba y al centinela de vista» que tenía. Los compró con oro. Pero en vez de ir al extranjero se encaminó hacia Madrid. Él mismo lo contó después en los periódicos. Sin ser reconocido, asistió desde la tribuna pública a la sesión del Congreso en la que se debatía su destino. Acusado por los moderados y defendido por los progresistas, su procesamiento fue autorizado por 77 votos a favor y 40 en contra. Tras comunicar a la prensa que su prisión era arbitraria e injustificable volvió a Galicia. Sin embargo sería identificado y detenido el 2 de abril en Ourense. Escoltado fue enviado hacia A Coruña, pero en Santiago, en la noche del 4, se volvió a escapar, fugándose a Portugal

Amnistía sin efecto

Unos meses después, el 8 de junio, el gobierno de Narváez concedió una amplia amnistía política. Como su fuga no estaba comprendida en ella, Pereira decidió volver de incógnito a Madrid. El 11 de diciembre, sin previo aviso entró en el Congreso y se sentó en los bancos progresistas. Narváez al verlo no dijo nada. Pereira había ganado su desafío, era libre. En 1868 volvería a estar preso en San Antón.