Buena compañía en el cuarto de las malas noticias

R. D. Seoane A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

ANGEL MANSO

Enfermeras del Hospital de Día de Oncología crearon la consulta de acogida y seguimiento para pacientes con cáncer

10 nov 2020 . Actualizado a las 18:35 h.

No es un bofetón, sino un torpedo en plena línea de flotación. La noticia del cáncer nunca es fácil de digerir. Lo sabe bien Olga Coroas López, supervisora del Hospital de Día de Oncología desde hace cinco años y enfermera en el Chuac desde 1979. Comanda un equipo que enseguida vio la necesidad de que los enfermos tuvieran «un lugar íntimo, reservado, para expresar sentimientos y emociones», algo que a menudo «no le cuentan al médico como a nosotras».

Lo hacían aprovechando un sofá, un rincón... pero aspiraban a prestar un apoyo más integral, con un seguimiento adecuado del control de síntomas. Por eso, y con el aplauso general de los oncólogos, crearon una consulta específica, con espacio, agenda y citas propias, y abierta al paciente de inicio a fin del tratamiento. Cuando ya llevaban un tiempo, dieron un paso más y se preguntaron si lo estaban haciendo bien. ¿El enfermo estaba satisfecho? «Hicimos un trabajo y vimos los resultados», explica Olga sobre un estudio en el que pudieron constatar qué le preocupa realmente a quien sufre y pelea con el cáncer. La mayoría «no quería saber más de su enfermedad, pero sí cómo influiría el tratamiento en su vida, qué hacer si tenían vómitos, si tenían heridas en la boca o qué alimento les podía hacer más soportable la quimio», cuenta la supervisora, que insiste en las claves de esta consulta personal e intransferible: «Calidad y calidez».

El cuidado se inicia con lo que llaman consulta de acogida. El paciente acaba de recibir la noticia de que ha de someterse a quimioterapia. El oncólogo cubre la hoja de interconsulta, que diseñaron las propias enfermeras, especificando el tratamiento y si está tomando otros fármacos. «Tratamos de recibirlo ese mismo día para evitarle desplazamientos y no, no tenemos lista de espera», dicen las profesionales.

Ese primer contacto del paciente y su familia con la enfermería tras el impacto de la noticia no tiene tiempo medido. Y aporta muchos datos, e incluso reconforta, en un momento de «incertidumbre, miedo y desconocimiento», casi siempre presentes cuando se trata del cáncer.

«Estas rapazas xa non saben que me han facer, son marabillosas. Que máis se pode pedir!»

«Fago 85 anos en outubro se chego alá. E penso chegar e chegar ben», dice Manuel Añón Novo (Malpica, 1933) mientras le ponen la vía para recibir un tratamiento de quimioterapia que no le quita el humor: «Encóntrome ben, aínda que mellor estaría na discoteca. Gústame moito bailar», comenta en el Hospital de Día de Oncología, donde afronta una nueva batalla en su lucha contra el cáncer muy bien acompañado. «Xa lle dixen que non facía falta que estiveran as dúas, pero a miña filla e a miña nora sempre comigo, non me deixan». Si algo le emociona -«ás veces choro», confiesa- es ver a la familia preocupada. «Tomárono mal, claro, porque outras cousas, bo, xa se sabe que os anos non perdoan, pero isto...».

Para el señor Manuel, que fue «mariñeiro e logo peixeiro, andei 30 anos co camión levando o peixe a Vigo, Portugal, A Coruña...», la travesía hospitalaria le pilla de nuevas. «Non estou moi acostumado, grazas a Deus nunca antes estivera enfermo». Hasta que empezó a no encontrarse como siempre. «Había tempo que viña arrastrando un cansazo... pero non lle facía caso. Ata que tiven tres hemorraxias seguidas», recuerda. Detrás había un cáncer. Ingresó en el Chuac, donde fue operado «sen abrirme». Agradece una y otra vez el alivio: «Desde que entrei no sitio non volvín a ter dor». Estuvo 17 días «na residencia -como llama al edificio central del Chuac- e de alí vin para aquí ó dereito», cuenta en el Materno.

«Aquí trátanme moito mellor do que merezo», opina el señor Manuel. «E igual na casa de arriba; estas rapazas xa non saben que me han facer, e os médicos igual. Que máis se pode pedir!», reflexiona en voz alta mientras hila un recuerdo tras otro y piropea a su alrededor: «Sodes marabillosas!», exclama una y otra vez a «sus» enfermeras. «Son todas moi boas. Á hora que as chames veñen e nunca chegan enfadadas. Na vida hai altos e baixos, e nunca chegaron canda min de mal humor... Sempre cun ‘que tal’, ‘como está’, ‘que tal a comida’.. E iso que o que estaba ó meu lado molestaba un pouco de máis... e sen ter moito porqué», ríe Manuel.

Ahora que empieza el tratamiento farmacológico, relata con calma y sin perder su entrañable simpatía que «explicáronme todo, de tanto que mo explicaron xa non sei o que me dixeron! -vuelve a reír-, pero a miña nora, que está sempre comigo, leva todo por escrito».

No deja de sorprenderle que «ata me puxeron tele», de modo que, para él, «o que se queixa é de vicio, mellor imposible. Ás veces non valoramos o que temos».

«El pelo les preocupa, prefieren que la gente no sepa de su enfermedad»

Vigilar el peso para alertar al médico si el descenso es inquietante, realizar cuidados relacionados con los efectos secundarios de la quimio, dar consejos o indicaciones para circunstancias especiales, como las náuseas, los vómitos, la diarrea... forman parte de esa conversación en el cuarto reservado de las enfermeras.

La primera vez, además, la experiencia les hace ahondar en lo que rodea al paciente. «Analizamos las necesidades sociales, si vive solo, si tiene un cuidador principal, si necesita apoyo social o psicológico», explican. El acompañamiento sigue en la sala de tratamiento para arroparlo y explicarle cómo es esa primera sesión. «Se llevan nuestra tarjeta y a las 24 horas solemos llamarlos para ver cómo van, o si el oncólogo les cambia el tratamiento, también los llamamos», cuentan.

Las citas que vienen después a menudo se producen a petición del propio enfermo, porque le sale un sarpullido, necesita una crema para las llagas... «Incluso ponemos algún tratamiento subcutáneo en la consulta». Aprovechan también para reforzar los mensajes del médico, orientarlos sobre las pruebas de control e incluso gestionarles citas para evitar el mareo de varios días entre el Materno, el Abente y el Oncológico. «Viene gente de lejos y las familias cada vez son más pequeñas, no siempre es fácil pedir permiso en el trabajo», señala Coroas. En todos los casos, la escucha es su principal herramienta de trabajo. De ejercitarla, saben que «la caída del pelo les preocupa porque no quieren que la gente se dé cuenta de que están enfermos de cáncer», cuenta Fátima, profesional del Hospital de Día. «Es lo primero en lo que se hace visible la enfermedad, altera su imagen y la mayoría prefiere no tener que dar explicaciones».

Por prestar atención, también perciben que «a veces vienen a hablar con nosotras porque están tristes». Y ahí están Fátima Chouza, Mercedes Paz, Loli Barcón, Dori Otero, Esperanza Cao, Hortensia Mosquera, Marina Pérez y Elvira Uzal. «Cuando empezamos, todas querían llevar la consulta y todas han pasado por ella», cuenta Coroas. Como requisito, tener formación en oncología y cierta antigüedad o experiencia «porque se ven cosas terribles -reconoce Coroas- y nosotras vivimos los problemas de nuestros pacientes, nos duelen, conocemos su biografía, sus hijos, sus proyectos...».